4 oct 2008

Mónica


Los últimos días han pasado inadvertidos, y a su vez, se han hecho eternos porque he vuelto a comenzar y a tratar de reivindicarme, aunque en el trayecto tuve que soportar la apatía de ciertas personas que me demuestran falsedad, gente de la que, reconozco, dudar de su apoyo y amistad. 

Pero olvido eso, y me encuentro en un ambiente nuevo, mi entorno es estúpido, más no imposible aunque me halle recordando cosas, y me sumerja en una total y completa amargura; mi boca se llena de humo, también se llena de blasfemias contra el amigo que se ha dejado manipular; aparece el objetivo de mi razón en ese ambiente, y me ayuda de forma indirecta a sobrellevar esa situación tan alterada de mi persona.

Su silueta me provoca alteración, su cabello es tan suave, y desprende un aroma a fresa increíble de percibir en un ser humano como ella; sus ojos lucen temerosos y emanan una soledad inexplicable, una piel clara y tersa que envuelve a unas manos pálidas, deduciblemente frías, pero al tacto con una cierta tibieza.

Lo creí imposible, era un error pensar en ello, y ahora es una realidad, me siento atraído por esa serie de adjetivos que hacen de su persona sea una rareza entre las bellezas del ambiente y el aire otoñal, agradable y atractiva a mis ojos que se cristalizan al ver su silueta atravesar el umbral, y sentarse a un costado mío, siempre a un costado mío.

Me provoca alegría verla desde la parte frontal de mi refugio, verla caminar por los pasillos de ese edificio, escuchar su timbre de voz al preguntar por algo de lo que yo no estoy seguro, pero en lo que hago el intento de responder acertadamente; me alegra percibir su presencia a través de su perfume, perfume que me lleva a un lugar que se aleja de cualquier cosa extraordinaria y va mas allá de lo superfluo. 

Me preocupa el solo hecho que me provoca agobio no verla, el no poder expresarle esa sensación que ella me provoca, no escuchar su voz, el no disfrutar de su aroma, el pensar que no se encuentra a mi lado, y el pensar que me agobia su ausencia, y mas agobio me provoca el no atreverme a darle un abrazo, por temor a una reacción negativa. 

Inevitable es también no mirarla, ambos sentados en ese aire de engreimiento, mirando el perfil de su rostro, doblando la vista hacia el cielo que toma su papel coprotagónico para evitar ser tan obvio con mis objetivos. Ahora, a días de que haya comenzado el otoño, la época mas desoladora y feliz del año, a ella le tocó ser la protagonista de esta temporada, y puede ser ella el remedio a la tristeza que se come la mirada oscura y profunda de mi ser.

Ella esconde bajo esa imagen fría una extraña ternura, una belleza que hoy es motivo de mis letras y que es razón por la que mi mente no puede pensar en otra cosa, mas que en poder verle, y tratar de responderle acertadamente para que pueda encajar, sacando alguna gracia bajo mi manga para lograr una sonrisa, tratándome de acercarme a su persona, reluciendo un tema insignificante como pretexto para deleitar a mis oídos con el extraño tono de su voz.

Ahora también, se ha vuelto mi vicio mientras ella no lo sabe, escribo estas líneas mientras ella sueña; pienso en ella mientras esta ausente y la miro a los ojos mientras ella mira hacia el vacío, mi mirada se torna oblicua cuando se percata que la miro y debo disimular, que no me importa tanto para que de mi lado no se aleje.

Mientras ella duerme, yo pienso en su ternura...