3 may 2010

Collar de palabras.



I

Cogí una aguja,
hilo negro,
y con los retazos de mi alma,
que regados dejaste,
me hice una cobija,
para que del frio pueda cubrirme,
y evitar que lo que de mi resta,
no se rompa ni se congele.

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II

Éramos dos corazones,
y de tanta ceguera estuvimos enteros,
y por nuestras extrañas situaciones,
nos vimos separados,
fuimos rotos en partes iguales,
y en partes desiguales unidos,
formando una joya de brillantes,
y de enormes diamantes,
de vistosos adornos,
y de metales inquebrantables.

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III

Me cansé de mirar al congelador,
me cansé de caminar sin destino fijo,
harto de pisar azulejos fríos,
y de regocijarme en el frio de este lugar,
me lleno de temor,
como como el vacío del vaso,
me cansé de esperar a la luna salir,
de cualquier manera,
saldrá y me alumbrará,
me cansé de esperar bajo la copa,
me cansé de suspirar a aquel humo,
y me irrito al ver el espectáculo terminar,
cuando el Sol decide ocultarse,
tomando mi medallón,
pisando por el charco seco de sangre,
empolvando sueños,
sacudo a los zapatos de la imaginación,
gritándole al viento,
rogando hasta desvanecerme,
cerrando los ojos al humo,
bloqueando mi nariz para no estornudar,
y pensar erróneamente,
que de entre las supersticiones tontas,
cada estornudo,
es un signo de que se me recuerda.

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IV

Y en el error me hundí,
cierto es que la primera vez,
aprendí a querer,
y a ser apreciado. 

Mi imagen fatal,
me impidió arrinconarme en brazos de la miel,
me impidió otro recuerdo, 
vivir, sentir,
percibir que el olor de las flores negras,
era mas fuerte que el de las flores rojas. 

Flores de sangre que me calumniaban,
al mirarme al espejo,
golpeándome contra la pared,
exprimiendo mis lágrimas.

Y de esa suerte que tuve a bien probar,
caminé entre los arboles del recuerdo,
enredado por otras manos,
que me disparaban al cielo. 

Y en mi infierno vi a los patos nadar,
en el lago de la falsedad,
de unas emociones irritantes,
inepto quizás me vi,
al aceptarla en mi purgatorio,
sabiendo el martirio que provocaría. 

La infancia se resistía a abandonarme,
y su infancia me atrapaba,
mi impureza infantil y mediocre,
me inspiraba a querer explorar terrenos,
que eran imposibles de habitar. 

La banalidad de mis ojos,
no me dejó ver mas allá de los pies,
no me permitió permitirme,
soltar la cruz de mi sufrir,
por un amor pasajero,
y duradero en el dolor.

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V

Debo aceptar que me gusta tu forma de pensar,
ser sensible a lo que los demás sienten,
enfocarte en buscar solución a los irremediable,
dedicarle tanto tiempo al dolor de amar.

Pero estoy en desacuerdo,
que vayas contra la corriente,
y que pienses que lo real es ridículo,
y que ser realista es lo peor.

Estoy en desacuerdo que quieras contrariarme,
para querer complacer a las mentes absurdas,
pensando que es sano ayudarlos a ver la luz,
cuando en su habitar hay cristales de sodio.

Quieres lanzarte al vacío de la comprensión,
y a cambio encuentras involución,
me reprimes la idea de ser un impermeable,
para evitar que la locura me moje,
piensas que de ti sigo embrutecido,

Y sin embargo,
de entre mis manos ya he sacado una navaja,
para cortar lo ultimo que dejaron tus palabras,
para rebanar tu negación a acompañarme,
pues en esta cruda navidad que pasó,
hiciste mis días similares,
al sonido de una guitarra bajo la lluvia.

Y no es que me importe en demasía,
era mejor a soportar tu alma vacía,
estoy de acuerdo con tu sensibilidad hacia el mundo,
estoy de acuerdo en que hayas rechazado mis abrazos,
en que hayas volteado la mirada hacia otro ángulo,
para evitar que te calentara las manos en este invierno,
estoy de acuerdo que me hayas dicho que no,
caminando a oscuras por el boulevard,
rogándome la oportunidad de no molestarme...

No te preocupes,
no molesto siempre que haya una barrera,
indestructible quizás,
lo dijiste todo en la víspera de navidad,
y con mi navaja, dos meses después,
decidí romper ese hilo de cobre,
que me mantuvo unido a ti,
y que por un corto tiempo,
me hizo brotar en ira.

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VI

Quizás sea muy noche,
quizás importuné demasiado,
no puede ser posible,
y estoy a punto de tirarme al abismo.

Un malentendido quizás,
una llamada sin hacer,
un llanto que no brota,
una mirada que arrulla tristezas.

La sordera del silencio,
me nubla la vista,
el desasosiego me envuelve,
en frazadas de dolor.

Un dolor sin sentido, quizás,
una molestia reprimida,
no debí haber dicho ni hecho nada,
para no molestar, quizás.

Un malentendido,
que se encierra en ámbar,
que se mezcla con el susurro del viento,
y que se estrella al caer en la verdad.

Estoy llegando al final de mi karma,
y mi prueba se ha dispuesto contra mi,
entiendo lo imposible de las cosas,
y de lo posible de lo demás.

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VII

Y los coros celestiales,
cantan al ver mis labios curarse,
y los principados y potestades,
se inundan en calor,
cuando la luna me llena de verdades.

Me harté del dolor de otra partida,
y en la pista me enrolle de una hiedra,
soy incapaz de describir todo,
cuando me veo partir de cero,
arrodillado entre el tumulto.

Y los Ángeles se visten de gloria,
mientras los Arcángeles en el mar,
sus trompetas oigo sonar,
cuando me abraza ahuyentando al diablo,
que se comía lo poco que de mi quedaba.

Desde el trono celestial,
brindan con vino,
danzan sobre el cielo,
y hacen a las estrellas parpadear,
mientras en la tierra,
uno de sus hijos ve morir su dolor,
que parece querer revivir,
con cada retazo de ausencia,
y se extingue con cada vistazo a su apariencia.

Desde el cielo me ven reír,
desde el cielo se cierra el infierno,
el purgatorio se vacía,
mientras vivo la felicidad en la noche.

Y los querubines y serafines bajan,
de los hombros me toman,
toman la forma de una mujer,
que enreda sus dedos contra mi,
que es como el sol en la selva,
y fresca como el rocío de la madrugada,
y claroscuro como el ocaso.

Y los coros celestiales,
cantan al ver mis labios curarse,
y los principados y potestades,
se inundan en calor,
cuando la luna me llena de verdades.

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VIII

Estoy perdido,
entre la soledad de la playa,
a medianoche y a ciegas,
me lancé al mar,
queriendo buscarte,
sin lograr encontrarte,
nadando entre delfines,
me transformé en una perla,
que flotó hasta la costa,
y yace ahora perdida en la arena.

Y te veo llegar,
caminando en la playa,
mojando tus dedos,
haciendo en la arena agujeros,
la corriente me lleva,
y de nuevo me regresa,
espero con ansia,
el momento en que cruces
y siento hervir,
al mineral que llevo dentro,
cuando te veo y no me miras,
pues es el miedo que tengo,
al pensar que ante tus ojos,
quizás solo soy una perla,
que se pierde entre la espuma.