25 oct 2015

Recuerdos al suelo.



Y ahora, nos vemos tirados al suelo, parece que ha sido mucho tiempo desde aquellos días en que comenzó todo esto; la toma de la Universidad por la tropa, recuerdo que quedaste atrapado en los baños de Arquitectura, y tuviste la suerte de escapar a expensas de que te encontraran. ¡Bendito Dios que, no te pasó algo! Otros no corrieron con la misma suerte y aparecieron asesinados días después.

Y, me veo contigo, tirados al suelo, recordando cada uno de esos días turbulentos del verano de 1968, las largas jornadas en las brigadas, en la periferia de la Ciudad: La Merced, Iztapalapa, Tacubaya, Coapa; las noticias que nos llegaban por boca de los compañeros sobre la sangrienta derrota y toma del Politécnico a manos del Ejército.

Las ocasiones en que preferíamos hacer a un lado esas cosas e ir al Cine Tlatelolco, a la Zona Rosa (aunque sea a mirar o tomar un café), la iluminación del Centro. Cuando llegabas y me dabas vueltas por el Centro Médico; los momentos en que nos pasábamos tirados en el pasto, en las islas de Ciudad Universitaria, observando el recorrido de las nubes y dejando al tiempo escurrirse.

O como cuando me pediste ser tu compañera, ese día fue realmente inesperado, y dije que debía meditarlo, estaba sin cabeza por las cosas que pasaban a nuestro alrededor, la ignominia de nuestros adultos y tu estado de salud me tenían con cierto desconcierto; vivías con ese pendiente de cuidarte las espaldas, ya habías tenido ciertos episodios en los que el pánico te abordaba y no sabías en qué momento, podría llegar a ser el último. Vivías esperando el "apañon" -como decías tú-.

Y cuando recibí tu propuesta, hasta habías comenzado a tartamudear...

Nunca imaginé verte así, estaba anonadada, nunca vi o pensé llegar a ver al hombre fuerte y alto, arquitecto de estudio, guerrero de pensamiento y acción doblegarse, perderse por una cosa así; y es que, no era cualquier cosa.

Un hombre fuerte adopta esa fortaleza
por la cantidad de sucesos previos que vivió en el pasado, cosas que ya no me tocó ver en ti, para apaciguarlas, para tranquilizarte, para que no tuvieras casi todo el tiempo ese rictus de seriedad en la frente; pero de repente, te viste tan tierno y vulnerable en ese instante.

Recuerdo los mítines en Tlatelolco, las noticias de aquellas encarnizadas batallas en la ciudad, la bazuka en San Ildefonso, el ataque a la Vocacional 5; me preguntaba si era necesario que todo esto hubiera llegado a este punto. La vida debía cambiar y para ello, la vida debía dar giros para que ese sacrificio no fuera en vano, aunque lo terrible de todo esto, era el sacrificio mismo.

Había yo salvado el pellejo el día que la Universidad fue tomada, yo estaba en Copilco cuando escuché que la gente daba alaridos de terror por la cercanía de la tropa; yo iba con mi bonche de papeles que recién había recibido por mi labor en el mimeógrafo, largas jornadas de sonidos mecánicos para informarle a todos que, nuestra lucha era pacífica (¡de qué serviría!).

Esa tarde, sentí un terrible sobresalto, y me dirigí corriendo a CU; Mariela, nuestra amiga en común me detuvo -poco le faltó para clavarse al suelo para evitar mi marcha-. Pero ya no pude hacer más, la Universidad ya estaba rodeada, lo único en lo que pensaba era en tu horror y el coraje que las bayonetas te provocaban, te imaginé en alguna de esas escenas que salieron al otro día por el periódico: sometidos, manos a la nuca, acostados en la plaza de Rectoría, o parados con los militares acosándolos a ustedes, y cantando el himno nacional con los dedos levantados con la "V" de victoria.

Pero, también recordé que detestas cantar el himno nacional, no por una expresión apátrida sino, porque no te parecía correcto usar una letra que enaltece a la patria mediante la guerra, en un movimiento pacífico.

Sentí que el corazón se me iba ese día, te recuerdo por ultima vez en la cafetería de la Universidad, dijiste que recogerías material que olvidaste en el taller; o si acudirías a informarte sobre alguna resolución a la que se haya llegado en alguna de las largas disertaciones del Consejo.

Me contaste que tuviste que caminar largas horas por la oscuridad,
sorteando a las alimañas del pedregal, las espinas de la vegetación de Santo Domingo, y con el amplio temor de ser hallado por algún hambriento militar; dos días con el Jesús en la boca, hasta que te vi desgañitado y con muchos raspones, tus botas ya lucían la marca del trato de la roca, y ya se había despegado la suela y tus pantalones lucian rasgados, pasaste horas escondiéndote en alguna caverna; tomaste Insurgentes y seguiste tu marcha hasta Chapultepec y de ahí a Tacuba. ¡Qué cansancio el tuyo! Dos días sin comer y beber algo, tuve que marcar a la Dra. Arámburo para no ir al Hospital y te hicieran preso.

Ya vivía con ese temor.

Recuerdo cuando me platicabas de aquella primera marcha por Insurgentes hasta Félix Cuevas y de regreso por Avenida Universidad, ese día no pude ir porque mi madre estaba enferma; ya se hablaba de que el Batallón de Paracaidistas estaba situado con bayoneta calada a la altura de la Glorieta de Insurgentes y se decidió volver a la Ciudad Universitaria; estabas detrás del rector Barrios Sierra, me platicabas de la Tridilosa del ingeniero Heberto Castillo. ¡Cómo te impresionaban esas personas!

Ahora, nos vemos en el suelo, regresando al momento en que me pediste afianzar mi compañía,  y te dije que lo debería pensar, estaba asediada por el miedo de los días previos, saber que hubo amigos que nunca más volvieron a casa, que no sé si volverán; me hallo recordando esa tarde tirados al pasto, los momentos contigo en algún punto de la ciudad, como cuando prometiste llevarme por el Metro una vez que lo inauguraran; como Arquitecto te encantaba la idea de tener un servicio de primer mundo en nuestra ciudad. Siempre le viste lo hermoso al caos que suele llegar a ser la ciudad, querías seguir los pasos de Mario Pani.

Ahora intento no ver el momento en que hoy nos encontramos, al suelo de la plaza. Hace ya una hora que comenzó el tiroteo, y no supe qué pasó que, sentí un extraño calor y adormecimiento de la pierna, y caí al suelo.

Me dijiste que descuidara, que todo pasaría, vimos personas caer, uno a uno; alguno con una perforación, quizás dos en el tórax, una manta de la Facultad de Derecho yacía pisoteada y llena de agua, una gorra de ferrocarrilero ensangrentada, imaginé el destino del portador de la misma y me negué a seguir viendo.

Hubo otros, que sin cráneo terminaron, o terminaron sin un pedazo de cara por bala expansiva; los hubo desde niños hasta ancianos, pasando por los que éramos estudiantes, desde los más pequeños que venían iniciando cursos en la Preparatoria, en las Vocacionales y que fueron a dar ahí por la curiosidad que les engendraba el movimiento, o por ser un incipiente conjunto de futuros miembros del mismo. ¡Qué gran espíritu! Y qué tristeza su destino.

Hubo madres embarazadas, abuelos que recogían a sus nietas o hijas de la escuela, pensando quizás que la edad los haría merecedores de la compasión de la bayoneta, sin tomar en cuenta que la bayoneta no tiene conciencia, y que sólo tiene motor en el ímpetu que la obliga a abrirse paso en el cuerpo que atraviesa; hubo perros alcanzados por las balas, flores pisoteadas y nosotros, que yacemos tirados, en el suelo, conteniendo las ganas enfermas de tiritar, de gritar, de sangrar.

Ambulancias sonando, detonaciones, un claxon que no deja de sonar hacia el eje Central... Todo es una rara película, es una pesadilla.

La vida juntos pasa una a una, te he tomado la mano, hubo un momento en que esa mano pasó del clásico calor tuyo, a un estremecedor frío. Pensé que en algún ataque de pánico tuyo, la presión te había bajado y por ello esa reacción de tu cuerpo, y ya me había acostumbrado a verte así y sólo bastaba con decir que "todo iba a estar bien", y abrazarte.

Más, algo me decía que ya no iba a ser así, ahora los momentos que viví a tu lado, en el Moro, en el cine, en las asambleas del Justo Sierra, en las islas de la Universidad, cada que ibas por mí a Filosofía, y de ahí perdernos en tu "Renol" por el pedregal; en las brigadas, todo pasaba por mi cabeza en ese momento en que el tiroteo amainaba, llevábamos una hora echados al suelo en esa lluvia de agua y balas.

Ahora, recuerdo que me dispuse a dejar de pensar tanto, y admití tu propuesta, decidí que al terminar el mitin respondería a la pregunta que me hiciste en la escuela, hoy que estamos en esta posición me di el valor de decir: "¡Si! Sí acepto irme contigo, ¡quiero vivir con más intensidad los días a tu lado! Y seguir perdiendo el tiempo viendo las nubes desde el pasto de CU, quiero estar contigo el resto de mis días."

...

Me hubiera encantado decirte todo esto, estando tú presente ahora, y ahora me veo empapada y sintiendo las ganas de tragarme mis gritos, nos hallamos hinchándonos debajo de esta inclemente lluvia, me hallo observando tu cuerpo, el frío de tu mano fue causado por una bala que te atravesó el cráneo, te arrebató de mi vida como esas hojas del otoño cuando son sopladas por el viento.

Quisiera tanto haberte dado el "Si", y ver tu sonrisa por ello, seguir con nuestros planes una vez que esto hubiera acabado, regresar al tiempo y vivir en paz, conocer todo lo que vendría tiempo después, cuando las aguas se tranquilizaran.

Ojalá que Tlatelolco nunca hubiera llegado.

4 ago 2015

Después de las lluvias.





Ahora que contigo no estoy,
ahora que conmigo no irás,
¿qué harás con todas mis caricias?
¿qué dirás de los abrazos que no serán?
 
Ahora que me veo en el andén del tren,
sabré que mi partida te será un bien,
seguro estoy que tus caderas,
por otras manos serán cubiertas,
y repletas de deseos del pasado.
 
Me pregunto si habrás vivido bien,
bajo el yugo de mi incertidumbre,
pensarás que otras manos te merecerán,
y así, el frío dejará de calar tu piel.
 
Sin poder gritar,
y sin poder mirar,
tomarás al mejor recuerdo que de mí poseas,  
¿qué dirás ahora de mis palabras?
¿qué dirás de toda esa confianza regalada?
 
¿Qué pensarás al escuchar a esa guitarra?
¿qué dirás cada que escuches mi nombre?
¿qué recuerdos acariciarás al escucharme?
y escucharnos cantar nuestro "mismo dolor".