2 dic 2017

La espera en la estación.


A tí que estás por llegar, por venir a dejar huella, como probablemente nadie ha hecho, como probablemente nadie lo hará o como harás a tu modo; te escribo esperanzado, mirando las lunas de diciembre y con el corazón al aire, y a la vez en la mano ante el riesgo que se enfríe. Esta temporada, mi núcleo sentimental se pone en modo "retador", mi mejor amigo y yo hemos pasado por tantos desencuentros, por permitirle el paso a personas que no debieron estar, por darme el chance de no ser paciente y ceder ante la presión de "no quedarme con las ganas". 

En esta noche, te escribo a ti, que seguro andas en camino de entrar, de llegar y tocar a mi puerta, si no es que con tus ojos ya llegaste a iluminar los amaneceres en los lugares más grises de mi existencia; me hallo implorando mediante canciones, la paz que mi envolvente llamarada anhela antes que pretender incendiarlo todo, porque estoy seguro que está por consumirse todo y las cenizas que esto deja, duelen cada vez más, conforme cada año muere, y conforme más viejo me hago; pero también me hallo con la ilusión de que la maravilla de tu llegada, sea equiparable al comparar a evolución de las especies hasta nuestros días, vivo con ello desde hace unos cuántos años, desde hace unos meses, desde casi siempre, y ahora, el otoño solo ha hecho que desee estar en varios sitios a la vez, y a la vez en ninguno, me recluyo en la fatiga de ver al mundo desmoronarse y saber que en este universo, soy una nebulosa entre tantas constelaciones. 

Por las noches, al ver la luna, pienso en ti, que aún no te materializas, que aún no apareces, que aún no te escucho ni te siento, pero que estás cerca y te siento así, porque seguro habrás pasado por tantas cosas antes de llegar ahí, como seguro pensarás lo mismo cuando esté por llegar. Pasamos por valles verdes y por laberintos de rosal, en donde chocar con algún extremo del trayecto a la salida o la meta, implicaría salir lastimado a costa de la belleza que nos colma; e intento no llenarme tanto de esa luz que en exceso, para que no nos lleve a la ceguera, que ello no me invada tanto y por ello recurro a la desesperanza para no perder los pies. Te escribo esperando que, aunque ya te encuentres aquí, ni siquiera sepas que en mis adentros ya te esperaba con esas ansias que asemejan a las estrellas cuando oscurece; esa misma impaciencia de la tierra en tiempos de canícula, esperando que las lluvias apacigüen la incesante marcha del calor. 

Te escribo pensando que estás cerca, todas las noches me pasa, todos los años pasa, todos los atardeceres son la forma en la que veo morir al día, en la que podré morir un poco, pero revivo ante la esperanza de poder sentirte a mi lado, y poder dedicarte cada una de las cromas que los celajes vespertinos hoy me dan, y que nos regalarán. 

Admito estar loco en el pasado, creí haberte encontrado en otras personas, hice a un lado a otras pensando que estabas ahí; admito creer que te encontrabas en la locura oculta en la belleza incandescente de aquella con nombre de flor, admito haber hecho una incursión errónea en terrenos que estaban siendo habitados, ilusionado ante la posibilidad de haber encontrado algo más que me llenara los ojos, pues en esa incursión me encontré con alguien que sentí sería el catalizador de todo mi veneno; admito saberme perdido por seres que llegaron haciéndome creer que el cariño que sentían o sienten podía ser inquebrantable, pero ocultaban su rostro al mundo cuando quisieron llevar a cabo su demostración con hechos de todas esas palabras, o me cambiaron en su flagrante turismo emocional... Hubo a quién le cerré la puerta cuando sus reclamos me amargaron la existencia, a quien sus ideas falaces de libertad hicieron que me llenara de furia, a quien quiso tener posesión sobre mi actuación y mis pensamientos sin siquiera haberle dado entero acceso; me declaro abyecto al contacto mediante teclados, pues me ha ido agotando, aprecio las distancias, los reencuentros tras las mismas y las letras escritas a mano. 

Hoy, me encuentro depurando ciertas cosas, asimilando lo que no puedo cambiar, para que el veneno de mis enojos no te haga daño, para mantener la puerta abierta y que el acceso sea solo tuyo, que mi jardín sea verde y te encuentres sentada en un fresco pasto o a la sombra de un roble mientra el sol cambia los tonos verdes del resto de las plantas y que la fronda de este mismo sea la pérgola que de la lluvia de cubra. 

Si llegas, estaré agradecido de la cantidad de situaciones adversas que me condujeron a ti; si demoras, consideraré  el esperarte más tiempo, pues me darás oportunidad de hacer algunos arreglos a la decoración de mi estancia. Y si no llegas, o decides no quedarte, estaré agradecido por el paso de tu estrella fugaz que hizo, me llenara de tanta esperanza y ternura.