21 oct 2010

La carta en la almohada... (El adiós)


Hoy hace unos meses que las cosas cambiaron, hace tantos días que paso las noches gritando, pues esta infelicidad me carcome, y no sé cuanto mas pueda aguantar, estoy seguro también, que tú pensarás lo mismo, y lo percibo incluso en el perfume que por las mañanas te pones, si, antes de irte a aquella aburrida y gris oficina mientras yo apenas y me espabilo de ese letargo de 8 horas. Lo huelo, "Magnifique" de Lancomme, han pasado meses desde que te regalé dicho perfume; y te veo ponerte ese traje, esa falda, esas zapatillas; veo el amanecer tras las cortinas de la habitación, se mira grisáceo, prometedor incluso, hay un Sol de fondo, no me puedo equivocar, esas curvas son de las que me enamoré, esas blancas piernas son de la misma que me vio hundido y regresó para salvarme, ese rostro fue el centro de mi universo.

    Y si me estoy equivocando, culpa a mi olfato y a mi corazón sobre lo antes dicho por tu perfume, el perfume no tiene la culpa, tuve la corazonada de que te gustaría; es solo que es definitivo, que mis molestias en el pecho no son por salir al balcón a las 2 de la mañana a ver la Luna mientras dejo un rollo de hojas consumirse en mis labios mientras tú duermes; no me es fácil lidiar con la gentileza de tus padres cada que los vamos a ver mientras yo me incendio.

    Posiblemente notarás que a la hora de la comida tengo una facción seria, que ya no hablo como antes y que ya no te abrazo; me quedó clara tu postura en un principio sobre los abrazos, y no entendí cuando esa postura cambió, me sorprendió y me alegró; recuerdo de nuestras primeras andanzas, como adoraba el viaje de regreso a mi casa; y como me negaste la oportunidad de romper el anillo que ya se había soldado. No me entiendo, quizás cuando halles esto, estarás despertando, preparando tu partida al trabajo, y te darás cuenta que la soledad que germinaste hace muchos años en mi, creció sin querer, me obscureció, y sé que esta condición mía te ha llegado a cansar, aunque durante estos años has estado junto a mí no dudo siquiera que has pensado en porqué he cambiado.

    Victoria lo sabe, Claudia lo sabe, si Dios lo sabe ¿Que yo no lo sepa? Considera seriamente la posibilidad de que las cosas se han revertido, he pasado los últimos días encerrado en el estudio, viendo el álbum de fotos en esos discos, mirando en el proyector a obscuras, estudiar, analizar, y dar mi crítica ha sido el pan de cada día para mí, no veo imposible el aplicarlo para mi vida contigo; camino en automático por los pasillos, por las escaleras, por el jardín, me siento en el borde de la piscina con el perro, me alegra saber que gracias a mi perdiste muchos de tus miedos, entre ellos al perro, me dio gusto que las primeras veces salieras conmigo en el auto y te aventuraras a dar la vuelta por lugares por los que yo jamás había estado, o de las veces que iba por ti a la Facultad para irnos a comer justo cuando estabas por entrar a tu última clase, oír nuestras canciones mientras recorríamos el circuito escolar y de ahí a Perisur, los Viernes tenían un sabor agradable, los Sábados a ir a tu casa para ayudarte con la tesis.

    Es una lastima, compartimos tantas cosas, tantas noches, y sé que puedo arrepentirme por hacer esto, no me queda de otra, mi boca es ácida y no quiero dejarte un mal sabor, es inevitable, me provoca miedo incluso, pues sé que después de esto, no podré volver a verte, y sé que piensas lo mismo, y quizás hasta un alivio para ti sea, ¿Qué podemos ganar? ¿Y que podríamos perder?

    Sé que he flaqueando prematuramente, no lo has hecho saber con palabras, pero llevo años conociéndote, y sé que te ha invadido la inseguridad; y por que sé que eres igual a mí, tampoco he vacilado en emprender mi huida, no huyo de ti, huyo de mí, duele verte dormida todas las noches, duele ver tu piel con el brillo de la Luna que se mete por nuestra ventana, me duele pensar que jamás te podré acariciar como últimamente tú lo hacías, pienso que ésta fue la última vez que miré al lado izquierdo de la cama, y me voltee para apagar por última vez la lámpara para conciliar el sueño, y a decir verdad, no lo pude hacer, bajé al comedor y bebí lo que restaba del vino de Año Nuevo.

    Me pregunto si al oír los acetatos que olvidé, me recordarás, me pregunto si tendrás el valor de poner el 45 RPM que olvidé en el tocadiscos. ¿Sabes? Fue lo último que escuché en el estudio, estaba sentado en ese sillón viejo, aquel donde nos pasábamos los Sábados en la noche viendo películas ¿Qué harás ahora? Me dirás como la penúltima vez, que debiera seguir con mi vida, y en esta ocasión ¿Lo pondrás tu en práctica?; tus padres, en las cenas familiares preguntarán por mí y sobre lo que fue de lo nuestro, te darán flores con espinas, te incomodarán a la hora de la comida, de la cena, quizás me vean ahora como un enemigo, o quizás como un proceso de la vida que comenzó para acabar tarde que temprano, o temprano que tarde.

    Había momentos en que dejaba la puerta del balcón abierta, y miraba tu espalda desnuda, blanca, las sábanas cubriendo lo que resta de tu cuerpo, la luz blanca y el aire con olor a jabón neutro te hacen lucir hermosa, bastante luminosa, y yo te miraba con tanto cariño, que pude despertarte únicamente para abrazarte y apretujarte tan fuerte, que podría fundirme en ti, y jamás lo hice.

    Yo estoy aquí, tú ahí, ¿Por cuánto tiempo? Ni yo lo sé, solo sé que comienzo a arrepentirme, pero tengo firme la idea de irme, sin olvidar que fuiste siempre el cielo a donde perdía mi confusión.

2 oct 2010

Entre plomo y lluvia.




Yacen los cuerpos regados, 
la lluvia los empapa, 
permanecen desgajados, 
los hincha, 
los esponja.

Amancillados por las bayonetas, 
con sus rostros de terror, 
sus manos quedan abiertas, 
y los puños se cierran con furor.

Gritan en las calles, 
el vulgo observa, 
se escuchan las balas, 
la lluvia de plomo, 
que desgarran la memoria, 
deshacen cráneos, 
rompen facciones, 
y en los pasillos, 
entre el frío y la humedad, 
aparecen sin ton ni son. 

Brillan las bengalas, 
con asombro observan, 
los delirios comienzan, 
y los soldados avanzan.

Al ritmo de la música, 
se parapetan en la plaza, 
se arrojan a las ruinas, 
se escurren en la loza.

Se escucha la carga del plomo, 
el Rey observa desde su trono, 
dialogar fue su crimen, 
con crimen justificaron el acto, 
con filos su existencia. 

Silban las balas, 
rugen los cañones, 
gritan las niñas, 
caen los jóvenes.

La sangre se pierde con el agua, 
lagrimas, sal, agua y piel, 
hierven en las jardineras, 
se incendia la revolución.

Imploran desde sus escondites, 
misericordia, 
observan a los aviones, 
melancolía, 
son los últimos segundos de su juventud.

Suben con la lluvia, 
los cañones los elevan, 
bajan a la tierra, 
floreciendo en Octubre.