24 mar 2010

El viaje.


Se me había ocurrido salir con ella, le propuse un viaje por carretera a un lugar que siempre quise visitar; subo al auto, me dirijo hacia su casa en uno de los barrios más horrendos de esta ciudad, surrealista cuna de bestias de las que pudieron haber emergido de la mente de los Hermanos Grimm, y yo luciendo mi auto nuevo; es diciembre y es aburrido, he hecho de lado cierta remembranza que me atormentaba por años. Ya íntegro, tomo el volante, diviso a los extremos de la calzada, me pongo a pensar en serio si todo lo que dije aquella vez en los versos sobre nuestra primera visita a aquella plaza, no fueron producto de un intento por liberarme de mi soledad.

    Es que, aquél encuentro en el subterráneo fue tan repentino y a la vez sorprendente, habían pasado tantos años desde la ultima vez que le vi en aquel patio de la escuela, en la clausura de clases y nuestra despedida de entre el selecto grupo de ñoños que portaban la bandera; y después de unas cuantas salidas tuve que admitir dentro de mi que esa emoción por fraguar un futuro prometedor a su lado se iba desvaneciendo, aunque aún quería permanecer la intención, pero ya era algo inexplicablemente tonto, era como aferrarme.

    Y así, sigo revolviendo mis sesos a la vez que doy vuelta a la derecha, cruzo un semáforo y casi atropello a una anciana que tuvo a bien atravesarse la gran avenida justo cuando el semáforo acababa de marcar el alto y sin problema alguno llego a su edificio, está ahí en la entrada, sube de inmediato al auto y nos dirigimos por vías alternas al sur, pues la Ciudad se ha llenado de tanto, y tantos.

    Una vez llegados al Periférico, se me ocurre conectar el dispositivo en aleatorio; la música transcurre lenta, por lo menos para el viaje está bien y para mí, aunque ella quería opacar la música con sus oquedades verbales, intentando tapar los agujeros imposibles de rellenar por mi.

- ¿Y qué te pareció la fiesta de Giselle - dijo, forzando al quebrantamiento sonoro del auto.
- Pues muy bien, digo, la bebida corrió, estuvo mejor que lo que esperé, la verdad tenía tanto tiempo de no disfrutar así un buen licor, creo que desde aquel día que fuiste a la casa con Sara - respondí un tanto forzado.
- Pero tu no parecías pasarlo del todo bien ese día, te sentí extraño conmigo, todos estábamos platicando de cosas, y tú con tu molestia ¿Qué ocurría? -

    Lo que no podía hacer evidente ese día, es que de un tiempo hasta entonces me había fastidiado saber tanto de ella, no encontré los perfectos pretextos para explicar el porqué ha entrado el arrepentimiento por esos versos que le escribí, por aquél dibujo que regalé en una hoja cuadriculada, sentí asco y arrepentimiento por todos los recuerdos que se habían salido de su cauce, y que me hicieron escuchar la música de aquellos días y ver aquellas fotografías de la graduación. En efecto, di todos esos detalles esperando recibir una respuesta satisfactoria, pero no recibí nada a cambio, más que una libretita de recuerdos colmada de estupideces relacionadas con una antigua relación que había dejado heridas y que aun la tenían colmada a 7 meses de haber ocurrido.

    Cuando le declaré mi admiración, de su parte recibí también una serie de disculpas, unas gracias por la atención y una súplica para no enfadarme ante la negativa de su respuesta, y al contrario no lo hice, seguía con la esperanza de tener algo en un futuro... Pero el desencanto me venció y el aburrimiento también, estaba fastidiado de lidiar con mujeres que no pueden lidiar con sus propios traumas y sus miedos, con aquellas, que no pueden oír de una relación sin que comenzaran con remembranzas acerca de una posibilidad de estar "a punto de casarse y que se sentía feo el truene"; ellas ya me habían generado tantos problemas en el pasado.

- Oye ¿y a donde vamos? -
- ¿Eh?- frunciendo el ceño, con la distracción, no supe ni que había dicho, - A Taxco, ¿te parece?-
- "Pus si" -

    Y miro al carro que nos lleva delantera, está nublado, y suenan las campanadas de "Plainsong"; su mueca de fastidio está colmándome la paciencia desde Plaza Inn, creo que no debí haberme líado ese porro después del desayuno, por alguna razón la cabeza me duele, y no sé si atribuírselo a la hierba o al fiestón con mi hermano, el punto es que me está agotando la paciencia. No puedo verla siquiera a la cara porque hay algo en su rostro que me molesta, quizás también fue un error creer que los sentimientos dulces eran la aplanadora en la terracería de su maldito rostro, esos ojos de soberbia y de somnolencia me van enervando en demasía, los granos de su cara ya me son insoportables y asquerosos.

    Estamos en la caseta, el Sol ha salido una vez más, me agrada la idea de ir a Taxco a desestresarme, a despabilar mis ideas y reavivar algunas otras por ahí ocultas, y pensando en otros planes para completarme al 100%; Ariana me espera al regresar del viaje, aunque sea para que yo la admire por un ratito, en lo que salgo a la calle con el único pretexto de verla por ahí, recordando su simpatía y su sonrisa al verme pasar, quizás, Ariana sonría a mi miedo y a mi timidez.

    Manejando, despierto a la realidad, desaparece la nube que me envolvía, estoy conviviendo con una persona que me ha dejado de agradar, no entiendo los porqués de haberla invitado a Taxco si ya no me interesa su persona, quizá vi la posibilidad con ello de reanimar el cariño que quería entregarle enteramente; sigo manejando, el terreno se ha vuelto escabroso, muchos tráileres han descompuesto la carretera, Caifanes llega a salvar el momento, de repente a José José, por momentos hay algo Bowie, hay Velvet Underground, Led Zeppelin, Jaguares, quienes me encantan por el hecho de salir de la Ciudad con un rico Sol, que se complementan perfectamente; continúa "Sin Querer" de Fobia.

- Y ¿Qué música traes? ¿Puedo ver?-
- Sí, claro, nada más con cuidado, que el cable tiene un falso y se me va la música para lo que resta de viaje -
- Veo que eres afín al rock de los ochentas ¿verdad?-
- Si, mi madre tiene la culpa... - suelto una carcajada igual de forzada como mi intención de salvar lo mío con ella.
- "El Reino Perdido", ¿la pongo? -
- Si, adelante -

Y suenan las notas de un sintetizador desbordante y desesperado, me agrada la música de ese grupo, me cae bien el viaje y por momentos me olvido que esa persona es aterradora. Pero me hace pensar más en Ariana, el sólo hecho de haberme llevado a la persona equivocada.

- ¿Quiénes son? -
- Son Santa Sabina ¿los habías escuchado antes? Son de la era Caifanes -
- Mmmm, no, no lo creo -

    Todo bien, me relaja esa música; hay curvas, el carro se desliza sobre la carretera como cuchillo caliente en la mantequilla, el calor está padre, no estuvo tan mal llevarme aquellas bermudas y mis Vans, la lata de cerveza se disfruta mejor, pero mis odiados cigarrillos se van guardando para un clima más propicio para el humo.

- ¿Puedo cambiarle a la música? -

El súbito apagón de la canción que, no había llegado ni a los 2 minutos, hizo que en mí se despertara un monstruo que iba gruñendo y salivando mostrando sus dientes, se percibió un silencio fervientemente incómodo.

- ...Bájate del auto.
- Pero...
- Es en serio, bájate, por favor.

    Sin mediar antes una advertencia, con un subidón de sangre en la cara y la zona del cuello molestándome, la bajé a media carretera en el ardiente Sol, no podía estropear ella mi viaje así... Ni yo permitirme arruinarlo.

    Sobra decir que caminó dos horas para llegar a una tienda local, y hablar por teléfono para que su "exfuturo marido" fuera por ella, desde luego, ella argumentó que se perdió, pues el platicarle que iba con alguien más, le destruiría toda posibilidad de un regreso.