29 jul 2009

Situación o razón cósmica.


    Hoy, la mañana luce fría, has despertado con sueño y sintiendo las ganas de cubrirte con ocho cobijas más pues, el día ha amanecido nublado y resultaba difícil distinguir entre la madrugada y el amanecer frio, sin ese molesto astro queriéndose hacer notar entre las cortinas; hay algo que te obliga a levantarte tan temprano cuando en la madrugada habías bebido alcohol y fumado cigarrillos, pues tu impulso y una extraña sensación de felicidad te lo exigían y tienes que levantarte temprano para ir a trabajar. 

    Ya es de día, hace frío y con mucha apatía te metes a bañar, abres completamente la llave de la regadera del agua caliente, dos giros a la del agua fría para que así puedas reanimarte y tener ansias de no seguir acobijado y no sientas despellejarte con el sauna improvisado de ese momento.

    Con nuevos bríos, en la mesa aparece de forma misteriosa un vaso grande y humeante de café con un pan para acompañarle, esperando que con ello te arranques ese sabor amargo de alcohol y nicotina que persiste aún y después de haberte cepillado los dientes; hoy deberás empaparte de monotonía y sabes que todo esto tendrá su recompensa porque cuando el reloj marque las 14:00 horas desde el momento en que comenzaste a soñar, saldrás impaciente por las escaleras del edificio donde trabajas y encenderás un cigarro, pensando únicamente en la persona que te maravilla desde hace poco tiempo.  

    Y así, terminas el café y emprendes la marcha hacia la terminal del metro donde tendrás que sobrevivir a los empujones y golpes de aquellos que corren el mismo destino que tú. Así, entre los túneles y los recordatorios del 10 de Mayo al operador del vagón, sales disparado hacia la caminata que te llevará a ese lugar que también te hace sentir útil; en el trayecto sacas el encendedor (que no deberá de faltarte), enciendes un cigarro y te pones a buscar una buena canción en tu memoria porque antes de salir de casa, tuviste a bien la idea de poner música para amenizar tu fugaz desayuno. Caminas entre los charcos, entre la gente que con su paso entorpecen el tuyo, entre pequeños riachuelos de agua ves asomarse al sol que, se abre paso entre las nubes que últimamente le han estado robando cámara. 

    De repente, te pones a pensar en ese motivo que te hizo cambiar la perspectiva de las cosas,  llegas, pasas lista, te registras, entras al local, te pones los auriculares, enciendes el monitor y empieza la jornada; esperas con ansias que marque el reloj la hora de salida para que cuando te den la indicación, salgas disparado del lugar, bajando con prisa las escaleras y enciendas nuevamente un cigarrillo, aquel que hará que te olvides de esa mañana que te resultó particularmente pesada. Sales con tu amigo y platicas de cosas sin relevancia, pensando en la presión que te dejaba esto, a la vez que comías las ansias por llegar a verla. 

    Has llegado a la estación que te dejará en las puertas de la preparatoria, las ansias de poder verla son casi mortales y aguardas, no hayas razón de su presencia, está ausente y no puedes evitar notarlo, al final habrá oportunidades más para estar con ella, puesto que esto que vives a su lado, apenas comienza.  

    Ya entradas las horas del ocaso, sales con tus amigos, buscan refugio en un camellón y comienzan a beber la delicia de la cebada fermentada, sin contar la presencia de aquellos guardias de la calle que al final logran evadirlos dirigiéndose al puente que ayuda a las personas a atravesar la gigantesca avenida que se hace llamar "Insurgentes Norte", mismo que permite atravesar al otro lado de la civilización, aquél que define la línea entre lo bello y lo horrible. 

    Entre la plática, siendo las 6:24 de la tarde, piensas en Alejandra, la recuerdas, le guardas con cariño al recordar como fue el inicio de toda esa aventura juntos, y es que, precisamente en ese mismo instante en que por alguna razón cósmica, has comenzado a recodarle mucho más de lo debido, mientras escuchas al amigo en común sobre su personalidad, confirmas que ha sido una tarde perfecta.  

    Emprendes el regreso a casa, te miras en el reflejo de la puerta del vagón, tus ojos se cierran y el calor dentro del mismo es insoportable; la noche es fría, y has olvidado que hay alguien rondando en tu cabeza, que hay situaciones muy importantes en qué agotar toda tu atención y, sólo sales de la estación-terminal. Agitado y fastidiado... Llegas a casa. 

    Abres la puerta, te recibe el perro, esa mujer llamó a tu casa, te diriges al identificador de llamadas y su numero aparece a las 18:24 de la tarde, te ha marcado y tú estabas ausente, no pudiste responder pero fue como si la hubieras invocado con la mente. 

    Situación o razón cósmica, justo a esa hora, mirabas el reloj en el puente al son de las burbujas de la cerveza y el sol ocultándose sobre el puente, te acordabas de ella.