15 ene 2017

Alma en tempestad.



Todavía huele a esas tardes entre semana, de hace 12 años, aunque sea en su interior y sólo en fin de semana, algo que le salve de la penosa realidad, algo que le haga percibir de otro sabor y olor a la cotidianidad. 

Está seguro de algo: ¡ya no tiene 15 años!
¡Ya no tiene las expectativas tan reducidas sobre el mundo!
¡Ya no se considera tanto como una nada!
Pero ¡tampoco ya hace las cosas a la fuerza!
Cree ya no ser poseedor de esa venda que le impedía ver más allá. Pero desea tanto hacer volver algunas cosas, intentar sobrevivir en este mundo tan lleno de comodidades, y resulta una situación que le es todavía más pesarosa. 

Hoy, como cada fin de semana, se dispone él a dar una caminata extensa, intensiva y coloreada por las calles de algún barrio aledaño; y efectivamente, ya no es "La Estrella", ya no es "La Nueva...", ahora es "Lindavista". Pero sus colores, sus olores, las sensaciones impresas, le remiten a 12 años atrás. Es como querer reescribir la historia pero, en otro sitio, con las mismas canciones, con el mismo recuerdo que doce años atrás le hizo tan completamente feliz, y que hizo que su vida comenzara a tener sentido (fue una de las tantas cosas que se comenzaron a dar). 

Pero, cercano a los 30, le aterra la idea de llegar a esa edad (inevitablemente), y seguir trayendo a la memoria, a la vida real el recuerdo (casi distorsionado) del niño que a los 15 años, se iba emocionando con las muestras correspondidas, las llamadas realizadas, la vitalidad y el disparo de sustancias que asientan la idea de alguna emoción gestándose, y algún lazo que le termina uniendo a alguien. 

Cada sábado, se ha convertido en el gozo pleno de saberse invadido por los rayos del sol, coloreando de naranja el atardecer, cubriendo de frío a la jornada. Es curioso que sea en los días en los que se deba descansar, cuando más agobiado y cansado se termine sintiendo. Han sido noches en las que la luna lo acompaña con su halo y le ilumina los suelos mientras alguna canción se escurre por la mente para terminar volcando en posición angular el pico de una botella de cerveza. Y cada sábado, se torna en el momento en que el mundo actual y su fastuosidad desaparecen, cuando se coloca en lista de reproducción aquellas canciones que le hicieron imaginar, las que le hicieron vivir, las que lo llevan al momento en que adornaba el árbol de navidad. O en las que se veía caminando por aquellas calles de "La Estrella" esperando una repentina aparición. 

Es increíble, que ya no sean las "Voces de Tango", ya no son las interrogantes que llevan a "Cuándo te has ido", aunque seguro "Pasos" terminará apagando ese momento. Pero, con toda certeza, será de las pocas cosas que ha podido conservar y por tanto tiempo; pues a 12 años de restrospectiva y de tantos sinsabores, lo que lo ha hecho pensar que fue su primera ocasión de sentir sin pensar tanto.