20 feb 2022

Las conjeturas.

 


Nunca entendí tus gustos, pero no quise hacerlo. Recuerdo con gracia tu modo aquél de despertar, tu rostro torcido y con las huellas de la almohada; aquella ocasión en que al ir a dejar la ropa para que la repararan, y al llegar al departamento, tenías sonando de fondo "El canto del gallo", y justo al ir girando la llave, y abrir la puerta, te vi en el fregadero lavando los sartenes y dando el grito de un gallo, que se oía en la canción. 

    Me comencé a reír, te sonrojaste, y se puso todo muy gracioso, cuando por la sorpresa, salpicaste de agua la sartén caliente con aceite y hubo una mini metralleta en la zona. 

    Todo esto lo recuerdo, ahora que miro por aquél ventanal que fue testigo del principio del fin, misma que te sirvió como pantalla de aquella realidad que, intempestivamente negué, en que te traté como loco y ahora lamento tanto haber actuado así. Imagino la rotura de tu corazón mientras tenías a la niña en brazos esperándonos para cenar, pues era un día en que celebrábamos que, además nos iríamos al viaje que teníamos años planeando; habíamos pasado por unos baches que, nos aturdieron por las sacudidas dadas, y saber que ya habías logrado todo eso que te haría feliz, que nos haría felices. Un proyecto en que nos veías a la niña, a mí y a ti, y siempre estaré agradecida que me hayas aceptado con todo y lo que conlleva estar con una mujer con hijos, pues en esta sociedad que juzga, todos ven mal que alguien se inmiscuya con una madre soltera, y que a esta se le vea como alguien que "busca quién le de apellido a la criatura". 

    Lamento tanto que en las veces que llegaba cansada, fastidiada de las labores del trabajo, me desquitara contigo, que no quisiera hablar y que incluso, por cualquier cosa que no me parecía, hacía que se prendiera todo. Y lamento tanto, cuando dije que "era una chica difícil, y que así soy", en ese momento recuerdo tu rostro, como una resaca de tequila, entonces me quise imponer y al ver que eras incapaz de ponerme un freno, en dos ocasiones te fuiste a urgencias ya que el coraje te lo tragabas y te hacía mal en los intestinos. 

    Al principio, pensaba que era irracional que tú te enojaras, pero comprendí demasiado tarde que solo querías fraguar conmigo una comunicación que impidiera que hubiera conjeturas e historias sin fundamento que nos llevaran a cometer un error, y no me quedó claro, no lo quise ver; hasta que una de tus amigas me lo dijo todo, y era algo que supe siempre, pero que al calor de mis  nervios y mi insistencia por omitir las cosas y el tiempo, lo dejé de lado. Habías pasado por tantas cosas con tu familia, y eso te hizo ser el ser más atento y amoroso con la niña, conmigo, con el resto de mi familia, y es que prácticamente, éramos lo único que tenías. Y evitabas las explosiones tuyas pues, intentabas no agriar los ambientes; recuerdo solo explotaste cuando alguien se llegó a meter con nosotras, cuando el papá de la niña, borracho, te quiso atacar y te empezó a gritar en la fiesta de mi hermano, cuando me tomó por los brazos y me jaló hacia su camioneta y tú lo detuviste, y le pediste que me soltara. 

    La bomba que eras, salió cuando te escupió en la cara, y me empujó hacia mi madre, que tiró la comida que se iba a servir en la reunión. 

    Ya comprendí demasiado tarde cuál era la vertiente por la que te deslizabas, tan orgulloso y sentimental, solo te salías y fumabas un cigarro y yo solo me quedaba ahí y dejaba que todo se apagara, me era más fácil hacerlo así y no retomar el caso, pero en consecuencia, dejé que esas cuentas pendientes se acumularan en ti, y ello te hizo entrar en cierta bucle de ansiedad, pues no comprendía lo que te pasaba a pesar que siempre te empeñaste en hablar del tema, y de todo ese remolino de cosas. 

    Duele, porque fuiste todo lo que deseé un día, y yo lo vine a estropear; cualquiera diría que encontrarse a alguien más en la vida no es algo que esperes, ni que quieras hacer, pero siempre dijiste que "aquél que accede a estar con alguien más, teniendo pareja, no es porque haya habido una amenaza de por medio, si no porque la otra persona también quería". 

    Yo me reía de ello, porque pensé que eso no pasaría en nuestra historia, que sería fiel; me era distante la posibilidad de hacerte lo que me hizo el papá de la niña además, el verte así como eras con nosotras, me hizo decir tan altivamente que ya no nos faltaría nada, solo que un malentendido con el trabajo te hizo estar inactivo, y ya habían pasado los primeros 7 años de mi hija, motivo por el que comencé a trabajar. 

    Entonces, comprendí que aquello que decía sentir por ti, flaqueó, pues inmediatamente al llegar a ese lugar nuevo, y reencontrarme con todo eso que amaba, me hallé con alguien más que me hizo sentir rara, festiva, joven, sin preocupaciones. De repente, llegar a casa y ver la cena servida, y saber que ya no tenía aquello a lo que me acostumbré por el parón que te dieron en el trabajo, me hizo sentir que ya se hacía pesado llegar, la niña crecía y tenía a un "pingo" por dentro, y tú pagabas los platos por algo que quizás no te correspondía, pero que amorosamente hiciste, pues siempre tuviste la ilusión de tener a una hija a quién cuidar, guiar y proteger; de repente estaban las rosas, estaban las flores en mi lado de la cama, había a veces un vino y todo aquello que al principio no tuvimos por la situación estábamos pasando, pero que siempre tuve o te empeñaste en darme. 

    Ya habían pasado varios meses cuando llegué con esa otra persona, no sé en qué pensaba, pero creí buena idea inventar que estaba en una reunión con las filiales extranjeras de mi nuevo amado lugar. Por otro lado, ya habías cuestionado la posibilidad de que algo estaba pasando, pues de por sí ya había un poco de distancia y con esto todavía más se comenzó a dar, yo creí por mi orgullo y la victimización a la que me había sujetado tras lo ocurrido con el papá de la niña 7 años atrás, que estaba haciéndolo bien todo, que eras tú el que estaba inseguro y que no había nada qué preocuparse. Transferí la culpa de todo a tí, a tus reacciones, además siempre fuiste sensible con esos asuntos, y sabías perfectamente que algo caminaba mal, y yo solo me reía, o me enojaba porque insistías en todo eso. 

    La niña no sabía tanto lo que pasaba, solo la abrazabas fuerte, pues decías que su aroma a "ensueño" te hacía imaginarle como un peluche. De repente, feliz por tu labor en ese sitio que me habías comentado que estabas ansioso por probar, porque desde la universidad habías hecho trabajos similares, hacías con más emoción todo aquello que yo hice mientras estuvimos en casa. No sé si fue el cambio de roles, supongo un asunto sin resolver conmigo misma, y me hizo recordar una de las primeras pláticas que tuvimos en Polanco, camino al lugar donde nos conocimos y en que tú cuestionaste si no era necesario acudir con un especialista, por todo lo que dije haber pasado. 

    Yo, solo me empeñé en demostrar mi ignorancia, disfrazándolo de fortaleza: "yo, simplemente, agarré y lo solté, así nada más". 

    No me quedó claro, pero repentinamente, cedieron las atenciones por lo que se estaba dejando de hacer, las comidas estaban servidas cuando llegaba, y al creer que las cosas seguían bien, llegaba con una sonrisa y ganas de descansar. Esa persona era mi viaje en kayak por los rápidos de una pasión que siempre criticaste, y llegar contigo, era como estar en el puerto que me llevaba por las aguas más calmas, y que me hacían ver los más bellos colores; me quise agarrar de dos flujos y en un punto crítico me comencé a partir en dos, entendí, y pensé que todo estaría bien, y lo seguí haciendo... La niña estaría bien bajo tus brazos, me confié pues, tu compañerismo se transformó en un incesante amor de padre, pues te veía enseñándole a dibujar, a que te contara sus cosas cuando llegaba llorando a tus brazos en la salida de la escuela. Fuiste el mejor padre, y no la procreaste, la ayudaste a tener la ilusión de que crecería en un ambiente que yo con su padre de sangre no le hubiera podido dar, y no lo valoré; lo aprecié cuando ya todo estaba roto, y yo no me quise creer todo lo que pasaba. Quise saber a qué sabía la aventura que tuvo su padre cuando yo la esperaba, todo aquello por lo que luchabas, lo que querías evitar, lo que decía nunca iba a pasar, lo acabé haciendo contigo. 

    Entonces, ya no hubo reclamos, había más sonrisas, había más comprensión, había más de todo y de lo bueno... Incluso si me enojaba, solo ya no preguntabas, me dabas un beso en la frente, me acariciabas los hombros y con una sonrisa, te llevabas a la niña a jugar. No me percaté que había dejado de importarte, que estabas preparando tu partida, que entre más me enojaba, y al no ver que reaccionabas como antes, recurría a hacer más grande la discusión, levantaba la voz, torcía más los ojos para provocar algo en tí, y tu ya solo musitabas una sonrisa, de resignación, de nervio, de coraje anidado con el puño cerrado en tu corazón, algo que no se quiso estallar. 

    ¿Sabes? La niña me contó hace poco, que se acordó de la fecha, un día de reyes, mi cumpleaños,  porque ese día había regalos, había cena, había rosca, y yo había llegado con alguien más. Me dijo que ese día, al ver que tardaba en llegar se asomaron por la ventana de aquél edificio que daba a "Invierno" me vieron que llegué en un carro y que venía con alguien que no eras tú. Supongo que viste que esta persona me besó, pues la niña me dijo que la quitaste de la ventana, y solo la abrazaste más. Que ella te preguntó el por qué de tus lágrimas, y tú solo respondiste que "eran de alegría, pues había sido un día bonito por verla abrir los regalos, y el cielo azul que hubo". Hasta ella sabía de tu gusto por esas tardes coloreadas. 

    El tajo que recibí, fue cuando ya no te hallé a mi lado, cuando ya me comencé a comprar la idea de que no volverías, habíamos calculado unos meses más adelante para irnos de viaje, entonces, en ese momento quería aprovechar para despejarme de eso que tanto me rodeó en el tiempo que no estaba en casa, quería reencontrarme con ustedes, con la niña, contigo. Entonces, pensé que aquellas maletas que compraste, eran para el viaje, pues no habíamos podido viajar en nuestro tiempo como novios, y tal era mi confianza en ti que cuando hablábamos del viaje, nunca te pregunté por los boletos y las reservaciones, nunca busqué en alguna caja, entre tus materiales, si había algo que me confirmara que saldríamos tú y yo, que me confirmara que sí tendríamos esa salida tan anunciada y esperada por ti. Que salir al mundo con la niña, era lo que tanto anhelabas y que yo estuviera ahí. 

    Por mucho que insistí en alejarme de mi tentación, me fue difícil, entonces: ¿Qué hacer cuando el instinto se vuelve más fuerte y yo soy solo una presa esperando ser devorada? Hice de cuenta que no pasaba nada, entonces continué, llegaba a casa, a esta otra persona le pedía que me dejara a una cuadra del edificio, pues no me era complicado admitir que el transporte me había dejado en la esquina y solo caminaba. He llegado temprano y no hallé a nadie, no presté mucha atención, me quité los zapatos y me quedé dormida en la sala, pero dieron las 9 de la noche, y la niña no estaba, comencé a preocuparme. 

    Tuve que hablarle a mi hermano, que vive a 3 colonias de aquí. Ya él me dijo que fuiste a dejarle a la niña ¡qué susto! Pero que la dejaste con sus útiles, que te despediste de ella y que la niña se puso a llorar por algo que le dijiste, supongo te despediste: Mi hermano no te preguntó qué pasaba, solo lo miraste de reojo con coraje, y te fuiste en una camioneta con tus cosas. Vaciaste el cuarto, te tomaste la mañana entre que dejé a la bebé y fuiste por ella, y al menos de tus materiales nada quedó, el restirador viejo que te regalaron en tu época universitaria, tus dibujos, todo se fue... Solo me dejaste un carboncillo con el rostro de mi niña en sus primeros dos años. 

    Ya comprendí, por lo que me dijo mi hermano, por lo que la niña con su vocecita me dijo, y a un mes me quedó aún más claro por una carta que encontré bajo la cama; estaba queriendo yo sacarte de mi vida con rencor, pues no me pareció que te fueras así sin decirme nada, me hice la afectada y después, entendí el origen de las cosas que dejaste de hacer, o de aquellas que comenzaste a hacer para apaciguar las cosas. Qué tonta, en qué pensaba, nunca te comprendí, siempre quise ver lo que era mejor para ambos, pero siempre fue desde mi óptica. Tú cedías de forma equilibrada porque eras consciente que no ibas a aceptar cosas que no te gustaran, siempre fuiste así y a mí no me parecía que no estuvieras de acuerdo conmigo, pero ya no quisiste evitarte el pensar en una ruptura, pues no fragüé una buena comunicación. No éramos ya un equipo, me veías perder la cabeza por maquillajes y bisutería que perdía en el camino, o que la bebé me desbarataba, y tú solo querías estar con nosotras. 

    Quizás me aburrí de ustedes, recordé de cuando me acusaste de egoísta, cuando me enojé por los maquillajes que la niña me deshizo, pues me recordaste que todo lo que quería, era una vida a la "Sex & the City", cuando lo que valía la pena, era mi potencial para hacer un buen trabajo a mi imagen. 

    Lamento que te hayas ido así, fueron 7 años de una vida en compañía de alguien que me hizo sentirme querida, que podría ser amada, y no solo deseada, como aquél otro arroyo al que me monté o como aquél otro que me dio a la niña. No puede haber justificación para algún engaño, y yo les fallé, me partió saber de boca de la niña como había sido todo, comprendí tarde entre otras cosas, los motivos de tu partida; te acostumbré a mi forma de abordar las cosas... Por medio de conjeturas. 

8 feb 2022

La navaja.


 Llevamos dos meses y 5 días desde ese día, por aquellos días, comprendí que era necesario e inevitable el decir "adiós", y que el precio de mi dolor fuera tener que recordar con ardor en el alma y con un agujero que cala "El beso" de Gustav Klimt y ya no imaginarnos ahí, pues en una suntuosa imaginería mía de ser tú y yo perdidos en algún museo o vueltos a perder en alguna calle del primer cuadro de la ciudad, me tenté a esa incesante de rehabitar el cuarto en el que me veía a tu lado. Ya de por sí, eras imposible antes de conocerte, y ahora a tu lado y a unos cuantos metros, a veces, lo eres más. 

    Ahora, nos vemos por las ventanas del Metrobús, es un día helado de enero, ha pasado un largo trayecto en que nos hemos visto tragándome las lágrimas hasta desaparecer a gritos. Pero sé que más adelante me tendré que sacar esto, aunque pasen meses, aunque pasen años, aunque tenga qué ocupar la presencia de otra persona y no sea suficiente rellenar ese agujero. 

    Que a mi soledad solo le cambie el disfraz, para despegarte del alma y el coraje que esta otra persona me genere me hará acudir a tí; aunque cualquier intento de cercanía sea suprimido por un choque en que no deje de sentirte como un elemento repelente y así confirmar, que nunca hubo conexión alguna más que la superficial, o quizás sí pero se acabó deteriorando. Y sé que me reiré, o escribiré años más adelante de esto, queriendo hacer patente un intento nuevo de querer deshacerme de este bulto. 

    Ha sido una tarde extenuante, latente está la presencia de un mal en el aire, muchos están muriendo en el oriente, y seguro aquí habrá muchos; sé que mis quiebres anímicos tienen que ver con esa necesidad de querer llenar las oquedades que un "ya no me beses" dejaron, pues al recibir esa solicitud he decidido no ser una molestia y hacerme a un lado no sin antes refrendar mi apoyo con la finalidad de que resuelvas lo que llevas pendiente, ya no por mí, si no porque te quiero tanto que me interesaba verte íntegra, aunque no estés conmigo. Esta noche, por la ventana del autobús, se ha prestado para reencontrarme con cosas que creía recordar, y que acabé no haciéndolo. Es viernes y me he dejado llevar por una avara sed de beber y beber, la universidad no se había puesto tan interesante e intensa. Mi amigo El Principito, me llevó a beber con su rosa y con una persona incómoda; éramos 4 y fue bueno. 

    Con unas cuántas botellas, y siendo las 8 de la noche, la compra y la indecisión por el plan aplazó más el tiempo de disfrutar de todas esas cosas que quería llorar por dentro y acompañarlas de dulzor y licor, si acaso a partir de que decidimos hacer algo, tendré unas 3 horas hasta que emprenda el camino a casa, pues iré de polo a polo. 

    Ya en ese lugar, creí que esto estaba pasando hasta que me preguntaron por ti, y quise negarlo todo, quise ser Pedro al negar a Jesucristo solo que aquí, sí fueron tres ocasiones de negarte, y no fue antes del amanecer. He escuchado y discutido respecto a la situación de "El Principito y su flor", qué bonito saberles juntos, se veían bien, y yo que era el más interesado en tenerlos así. 

    Soy (somos) el "Hombre de la marcha", dejé de ser un "duende chiflado" en el momento en que apostados en aquél balcón del edificio gris que nos cobijaba, en donde me tomabas fotografías, y jugando a que me querías besar y yo de quedarme con "la trompa parada", tomaste la decisión de decir que ya NO. Entonces, yo y mi otro yo, nos envolvimos en una labor dolorosa para despegarme de ahí y que se logró concretar cuando ya dejé de ser visible en muchos aspectos, y así lo he querido hacer. 

    Ahora, estoy en un pequeño cuarto, como un desván, acogible, tengo luces led, un clóset que da muro a una cabecera de una cama, como un camarote. En rueda me preguntan por ti, lo niego todo, y cuando ellos sacaron esos temas que creí solo tu y yo sabíamos a detalle, por haberlos vivido en ese momento fue que me inventé una historia en que no debía quemarme, mucho menos quemarte. No he tenido el alma para admitir que fui un intruso, y que tú accediste con ciertas reservas a ello... No se develaron detalles pues no había qué, para ellos "muchos vieron lo ocurrido", "hablaron de ello", "veían el contacto o cercanía" que había entre nosotros, la supuesta química habida.  

    No bastará recordar eso una vez más, traigo los ojos ardiendo por la sal de mis lágrimas, conmigo el frío de una noche en que, por mi confianza en el clima de hoy me hice no portar un abrigo, y tirito encogiéndome, abrazándome en un rincón de una ventana con mi mochila a medio galope entre cobija, y refugio. Al contar los motivos que me han hecho ya no ser contigo, sentí que algo que estaba apenas cerrando se comenzó a rasgar. Mi sutura comenzó a supurar, no pude evitar sollozar cuando salimos de aquél cuarto. ¡Qué vergüenza! Y qué molestia para ti. Saber que alguien estuvo así de perdido por ti, pero la culpa no fue tuya, simplemente me encariñé con una idea. 

    En este tramo doloroso he hallado personas con las que pocas veces pude congeniar, pude establecer una comunicación y una intimidad que no necesariamente requirió un contacto físico, y la sola idea de que eso ya no lo tendría contigo me hizo partirme en pedacitos, y poco a poco fue siendo así, hasta que parte de esos pedazos los pude ir recuperando cuando retorné a ese camino, qué dicha que nadie se paró a recogerlos, quizás no tenían mucho valor, quizás pesaban demasiado y yo solo era el único capaz de recogerlos. No digo que recuperé todos, algunos se fueron desperdigando por toda la ciudad, algunos más se debieron ir por alguna coladera en el centro, o quedaron en alguna colilla de cigarro, probablemente otros sí lograron irse con el viento, como las veces que simulaba conversar contigo, mientras paseaba a mis perros. 

    Me encuentro aquí, de repente alguien del pasado me quiso voltear la mueca al enviarme un dibujo que ya es parte de la arqueología de mi cabeza, y jamás pensé que alguna vez se pudiera conservar un tesoro así de insulso. Pero no es culpa tuya, ha sido el alcohol el que me desató las amarras de ese embutido emocional, y todo se me regó. 

    Sé que en algún momento, me podré reir o quizás no, y prefiera conservarte con la solemnidad que amerita un buen amor, del que no me he quedado con rencores, salvo nuestras actuaciones postreras; sé que escribiré mucho de esto para quizás, poder sacarte de aquí, o simplemente porque me vea en la necesidad de no hartarme de a veces recurrir a este tema. Sé que hoy día, estás en un armario que es memoria de mi suerte, misma que describe que los amores que mejor conservo, fueron aquellos que no llegaron a más. He hecho de esos eventos algo místico pues todos llegaron con una diferencia de 8 años, y ahora, ya no espero tanto hallar algo así, o quizás sí, y por eso decidí aplazar cualquier movimiento con alguien a 8 años. 

    Querré recurrir a tí, pero no podré acercarme hasta que mi cabeza me haga verte de otro modo, y es mejor así. Te prefiero a la distancia, a esa cercanía que pica o que te incomode, pues yo suelo ser como una maza cuando intentas levantarla y acabas arrastrándola por el peso.