3 mar 2014

Las aguas...

Y es que ahora, me veo sentado en los bordes de la banqueta, mirando como pasamos del estrangulador y atosigante calor, a un extraño día nublado, huele a lluvia, y aún no ha llovido. Se sigue sintiendo calor, y este color gris de las nubes ha provocado llegar a la conclusión de que sigo ahogándome en un mar de recuerdos.

Observo a "los tordos", que se pelean en la orilla de la calle, se la han pasado un largo trayecto peleando, y desconozco cuál sea el motivo de tal enfurecido encuentro. Pero me he limitado a verme como un César, y darle "pulgar abajo" al perdedor (y aún sin decirme que "los que vamos a morir, te saludan").

Poco a poco, esa callezuela, inclinada, ha visto como sus suelos forrados de asfalto, se han convertido en arroyos, pequeños y a la vez, estrepitosamente ruidosos; las hojas parecen pequeñas canoas que son arrastradas por unos rápidos.

Olvidé mencionar que ha comenzado a llover, olvidé que hace unos días, me asola un enorme desconcierto que, ha provocado que hoy, y más que nunca exista una copa dentro de mí, que poco a poco se va llenando de lágrimas.

Las lluvias se han comenzado a apostar en nuestros días, tras el advenimiento de una jornada calurosa en extremo, quisiera que el sonido de violines no cambiara por el de un piano triste, pero me veo en esa flagrante necedad de querer refugiarme, bajo el cobijo del frío y la llovizna.

Mueren los sueños, muere el día, muere el Sol en esta extraña pesadumbre; quisiera no haber sido tan torpe, por haber confundido una felicidad falaz y volcarme a una infelicidad flamígera. Tardes de encuentros furtivos que, en este momento quisiera que esta tormenta apagaran.

Las aguas han salido de su cauce, ya sobrepasan a las aceras, camino por camellones, puentes. El ruido del agua es una extraña orquesta que forra de caos a aquellos que invadieron sus reinos.

Camino por callejones, las aguas ya llegan a mis rodillas, son transparentes, hay hojas y palmas flotando. Solo para dejar como recuerdo, los deseos de apagar esta melancolía voraz... Pues al pasar las aguas, ya no habrá rastro de mi.