He pasado los días, los meses, las vidas caminando solitario por las calles vacías, andando por fríos paisajes y, provocándome el sosiego mediante la sed, que con el alcohol podría ser apagado. Llevo días pensando en esa maravillosa cualidad mía de ganarme a las personas, para el fin inicial, llegar a la meta y sentirme maravillado de tu compañía.
Y llegué contigo, después de un largo trecho casi conocido por mí; yo me pasé semanas mirando por la ventana. Me ha costado tiempo y cabello saber en qué momento sería el idóneo para saberme feliz con alguien. Intenté hallar fórmulas, romper algunas ya creadas; ser feliz y tratar de ser tolerante ante la beligerante diferencia mental que me supuso alguna por ahí, me dejé llevar por el curso de la vida... Y no quise repetir esa fallida metodología, regresé a un planteamiento evolucionado.
Cuando se mira tanto a la ventana como si se mirara tanto al interior de uno, y se tiene la cabeza llena de cosas, no es fácil que cualquier vibración haga efecto en uno; esa vibración tendrá que ser especial, debe generar música, colores, luz, paz.
Entonces, llegamos a nuestro puerto, me invadía la idea de saberme caminando contigo, con los perros, por el parque o yendo a alguno de esos restaurantes a los que acostumbraba acudir a solas; entonces el desear tanto la llegada o materialización de algo, cuando se tiene, se comienza a veces una etapa de desprecio o de desapego progresivo.
Yo no quería eso, pero creo que tampoco he podido hacer de lado la historia que te embarga, yo sé que no has podido hacer de lado a esa persona por la que viviste tanto y por tanto. Yo sé que hiciste el apreciable esfuerzo de tratar de vivir el hoy y el ahora conmigo, y te estoy completamente agradecido que por este tiempo me permitieras reimaginar la película que vimos cuando la universidad, y generar escenas mejores, argumentos todavía más sólidos y una vida hincada en el terreno, nuestra realidad no iba a ser capturada en Zaragoza o en Teruel, pero me bastaba con Coyoacán y Santa María la Ribera.
Me di cuenta cuando llegué del trabajo en el Castillo, te noté con el diablo adentro; y es que soy tan débil ante tí, que un promontorio en el mar me gritó irritado que las olas eran esa verdad que escondías. Ya no me sorprendía, aunque quise no ver que estabas pasando por una situación en que seguramente, una llamada te hizo toda la revoltura de emociones.
Amor mío, no me siento derruido por dentro, sin embargo, un golpe a tiro de resquebrajo me dio cuando tuvimos nuestra comida con vino tras tu regreso, y te vi con la cabeza gacha, llorabas al preparar todo, llorabas por las noches y no quisiste decir palabra alguna, solo sonreías musitadamente. El declive de mi ánimo se dio cuando, en una noche en que debía resolver el resguardo de un convento me robaste de la mesa, tú, investida con una camisa mía bajo el argumento del encanto que te provocaba mi perfume, nos vimos enredados en pies y manos en cuestión de minutos... Sollozaste otro nombre.
Supuse te sorprenderías, supongo el éxtasis te había consumido que olvidaste mi nombre, o no te percataste de lo que dijiste; y en consecuencia, me gané el olvido, me regalé aislamiento. Me preguntaste posteriormente el porqué, muchas veces llegabas con las cosas de la cena y al escucharte llegar, prefería tomar mis cosas y salir, no volver pasada la medianoche. El estudio se tiñó de azul, y tu provocativa investidura desapareció, por yo haberme hecho a un lado... Cuando ya te cansaste corazón, cuando te agobió la serie de historias creadas por ti y darte cuenta de lo ocurrido al nombrarte al anterior ser humano, solo callaste y apoyaste la frente a la palma de tu mano. Y no lo negaste, ni te empeñaste en confirmarlo, ya no había mayor confirmación que el fondo musical de "Cuando no estás", y el sol del agonizante día.
Ahora, he vuelto al inicio, mi estudio yace cubierto de focos, he cambiado el interior, y la ventana permanece abierta al resplandor del sol de las tardes, al soplar del viento. Hay aún un parque y los perros en el; los restaurantes también permanecen, pero solamente yo, acudo a gastar mis momentos ahí, suspirando por tu ausencia, y el regocijo de una saludable vuelta a la soledad.