28 oct 2011

La rosa y la carta (despedida de pétalos y palabras)



Una rosa roja, en el frío de éste cuarto, que es como una pecera, demostrará lo mucho que te quiero, y una carta en el clamor de los objetos regados de tu escritorio, se dará a notar como la estrella mas brillante de una noche fría y oscura.

    Abrirás la carta al llegar, intentaré evitar pensar en la reacción que tendrás al momento de ver la rosa y las letras, seguro pensarás que fue un buen detalle, quizás para la separación de la que soy creador y de la que eres acreedora y del azoro que te hago partícipe, quizás, creo, pienso, siento, que a primera vista, no será un buen detalle, una separación nunca será un gran regalo, pero siempre será memorable la razón que nos obliga a decir adiós.

    No sé por donde caminar, ni a quien entregar los abrazos que ya no recibirás de mi parte, no hace falta que digas que maquinas en exceso la labor de las neuronas y el corazón, yo duermo mientras lo haces, no hace falta que lo digas, e insistas en el dolor que te provoca mi libertad, no mides esfuerzos en demostrar que te incomoda el hecho de mirarme hacer y deshacer.

    Soy un alma libre, tan libre como las hojas que caen al suelo tras desprenderse de un viejo árbol, así me libero de ti, no mires ésta expresión como el rompimiento de una cadena, no es un suplicio, no eres un martirio, martirio el sentimiento que guardé por mucho tiempo y que no supe como hacerte expreso.

    Sé que mirarás a tan tempranas horas del día, sabrás que en el frío de tu puesto la rosa estará a salvo, no hay calor salvo algunas miradas que preguntarán con ansiosa extrañeza el momento en que se te hizo llegar ese regalo, mirarán con curiosidad las lágrimas de tus ojos o el aspecto funesto de tu mirar y el lúgubre ambiente de la tumba en la que te encuentras, sabré que me agradecerás que esté despidiéndote.

    Desconozco el trayecto de tu lectura, no sé del párrafo, renglón, no sé ni la palabra que en éstos precisos momentos estarás desmenuzando, siquiera para saber en qué parte de la carta vas o cual es el mensaje que poco a poco se va insertando por los ojos, hasta la cabeza, bajando por las venas y la yugular hasta el corazón, para así, recorrer hasta los pulmones y salir en un suspiro; ese tipo de suspiros que rompen el alma cuando se escuchan. Yo sigo en mi posición, donde se me puede encontrar, encorvado y mirando a la nada.

    Y ver tu rostro, que pasa de la soberbia al dolor, nunca imaginé ver eso nuevamente, estaba acostumbrado a saberme yo como la victima, jamas a ser el victimario.

    Y me da tristeza saber que lloras, siempre me rompió verte triste, y el solo hecho que de ti me esté despidiendo; me encantaría hacerlo físicamente, pero inevitablemente estaré recurriendo a comenzar una discusión, a regalarte en algún momento quizá esporádico, algún abrazo, y es que, no me gusta merecer medallas de Plata cuando mi cariño amerita el Oro, detesto mirar mi reflejo en el charco quebrarse al compás de los pequeños movimientos en el agua.

    No soy merecedor de un cariño como el tuyo, y no me siento merecedor de que reacciones de forma extraña cuando mires que mi libertad me apremia con el aprecio de muchas miradas las cuales evocan un sinfín de abrazos y risas. El lugar en el que estás, ha sido por que lo has elegido, mirarte meses a mi lado me hizo la persona mas alegre, me hizo tener mas confianza en mi, conocer el potencial como persona y como un posible cazador, como un amante y como un conquistador, pero también hizo aflorar mi lado mas infante y tierno, a olvidarme de querer cobrar venganza contra cualquier actitud extremista o con aires de frivolidad.

    Y me duele verte, saber que mi indiferencia provoca tu indiferencia, pero no me dolerá tanto, si en la estación del subterráneo al llegar o salir, te veo con alguien mas porque sé que tu gancho, el grillete que llevas no es tan pesado como quieres que lo sea, y al ver que de ti me he alejado, estarás hundida en la incabreable maña de tu propio engaño, recurriendo a la sombra de alguien más por despecho, por que así trabajas... No es una forma desdeñosa de pensar sobre ti, es la realidad y lo que tus miradas reflejan al verme bajar diariamente por las escaleras, lo que tus labios hacían cuando los besaba de forma clandestina al salir de la torre, quien pudo pensar que yo estaría codeando mi corazón con la belleza de tu cuerpo.

    Me arderá verte con alguien mas, sin razón ni consentimiento por que yo no admito los celos que tu sientes cuando por tu cabeza rondaba la idea de que alguien menor que tú, más pensante, o mas agradable podría alojarse en la habitación de mis pensamientos, aquél que tu habitabas al amanecer y obscurecer, a solas, desnuda.

    Se que no sería la excepción, no permito que me desgarres los amaneceres con reflejos y proyecciones tuyas hacia mí, busco el tener malos ratos, pero en mi haber no ha habido un solo mal gusto, a diferencia tuya; y me podría considerar un mal gusto, quizás, pero el valor que le has otorgado a éste ser, habló de la posibilidad que tuve de encariñarme, encerrarte, adorarte, como la de aislarme, destruirte, humillarte, molestarte, y no sé si esto pueda conocerse como un juego tortuoso o como un juego de amor. Simplemente, dejé de sumergirme en el encanto de tus ojos, razón por la cual, comencé a escribir las letras que miras en el escritorio de tu trabajo, el día de hoy seguramente sabrás que no es fácil querer a dos corazones. Y lo estás comprobando, yo no lo estoy haciendo posible, si es mi condición de libertad lo que origina tu molestia; y lamento recordar, que la vida no coloca las piezas en el lugar en el que se apuestan, tu lo hiciste, llegué con dos semanas de retraso, pero tu llevas años de recorrido, los cuales, yo no pienso arrastrar.

Prefiero caminar solo, aunque en el trayecto intercambie el aroma de tu perfume por el del cigarrillo.

Queda a disposición tuya el manejo de el papel y los pétalos, una vez que les hayas puesto una mano encima, habrán sido de tu propiedad.

2 oct 2011

El ruido del silencio...



Es de noche, 
y las calles se miran solas, 
se miran tristes, 
y apenas días atrás, 
quedó el recuerdo de la noche del fuego, 
el traqueteo de las armas. 

Los ladridos de los perros invaden el cielo, 
por la calle, entre los arboles, 
se pueden divisar sombras, 
se miran altos los edificios, 
lúgubres edificaciones, 
enormes sótanos, 
el olor de la muerte, 
el ruido del silencio, 
la caída de las noches, 
y las llamas que lo devoran todo. 

Es de noche, 
el casco resplandece, 
la escuela obscurece, 
el soldado sonríe, 
el soldado nos escupe, 
escupe a la tierra, 
nos ofrece a sus fauces, 
siento el atropello de las fuerzas, 
huelo el miedo de los demás, 
miro a la bala de frente y por la espalda. 

Agazapado entre el rincón, 
espero el filo de la muerte, 
miro por el filo de la ventana, 
miro el filo de una bayoneta, 
miro la sangre salpicar, 
y la miro como abono de plantas.

En la mañana, al resplandecer el Sol, 
miré una última sonrisa, 
miré la grandeza de despertar, 
cargué los libros para avanzar. 

Un disparo los frena, 
me frena, me rompe, 
la sangre escurre en líneas deformes, 
por el cuerpo, por las piernas, 
me escurre, me vacía, 
nos hiere, 
nos eleva, 
el recuerdo nos hará llorar, 
y en las nubes se notará.  

Sus armas tendrán el brillo desgajante, 
el que lució en la fiesta patría, 
calcular su despiadada vileza
el derrumbe de los cuerpos, 
el vacío de los corazones, 
el hueco en mi pecho, 
la grieta de su cráneo.

Espero que la pesadilla termine, 
espero volver a ver la luz del Sol, 
admirar una luna de Octubre.

Espera lograr despertar, 
espera y verás, 
escucha y sentirás, 
que el ruido del silencio lo invade todo, 
hasta terminar conmigo...

22 abr 2011

El taxista y su ironía.


Una vez, que había transcurrido la semana santa, estaba con la sensación horrenda de caminar bajo el Sol con el cuerpo apesantado, producto de una delicia en botella oscura, y con la fatiga de romper vidrios y desarmar máquinas despachadoras, de ésas que te dan refresquitos y se tragan la moneda sin regresarte el cambio. Estaba preparandome para ver a una amiga de la cual no sabía yo mucho, me había desentendido de mis alrededores; el color gris era mi fiel amigo.

Con el transcurrir de las horas me preparé, no descansé pensando que cualquier momento de relajación podría ser la muerte; y sin embargo no lo fue, me costó trabajo levantarme, hacer lo que debía hacer, aburrirme es mi naturaleza y poco a poco comienzo a tomarle poca o nula importancia a lo que me rodea de manera cotidiana, no lo sé.

Me arreglé, vestí de negro y me llevé esos pantalones que tan bien me lucían, tan maravillado y tan... No sé, que me inspiraban esa seguridad de querer arrasar donde quiera que mi pie tuviera la suerte de pisar, compré helado, llevé un litro de mi favorito, aunque creo haber cometido un error, pues terminé siendo yo el que se devoró tal producto...

Y entre la plática que me comenzaba a hacer tanto bien, entre las cosas que criticába en la Tele, se siguieron escurriendo esas inmisericordes horas, y el momento se abrió paso para no poder evitar decir adiós, y en realidad no quería hacerlo, no me nacía, a ciencia cierta, no quería, pero tendría que, no me era muy bello todo eso, y menos andar a tan altas horas de la noche en donde apenas y conocía, mas de no ser por que si hubiera sido de día, no me hubiera dolido tanto, pero no; tuve que emprender la retirada, su preocupación de aquella me hizo alejarme, y dar cabida a su tranquilidad.

Bajé la calle, empinada, de esas que si eres fumador, habrás terminado con la garganta lastimada, o con la sensación de un dolor químico que emerge de los pulmones; bajé la calle, veía un paisaje que no me era tan anormal, pero tampoco me parecía tan extraño o fuera de lo común; veía, escuchaba, olía a y a la miseria humana, parados en cada esquina esperando a que sin querer los retes con la mirada; seguí mi trayecto, al fin y al cabo, ¡que mas daba!, de todos modos me hallaba en campo de guerra.

Eran las 9:30 de la noche, estaba con el pesar de que estuve a punto de... y no lo logré, y me decepcioné; habían pasado 6 Taxi's y a todos los rechacé por estar esperando un jodido Microbús que nunca apareció; soporté chiflidos, miradas atacantes, risas estruendosas y músicas asquerosas, canciones que ni mis audifonos pudieron bloquear por mucho que aumenté el Stereo y el "Bass", hasta que pasó un "Atos", de ésos carritos que sientes que si aceleran salen volando, aquellos que parecen "zapatito"; y dentro de el lo tripulaba un anciano, no tan anciano, se veía con demasiada experiencia, pero con mucha subjetividad y ganas de tener la razón sin bases ni fundamentos (que ni yo me atrevo a poseer).
-¿A donde lo llevo joven?- Con una voz molesta y aguardentosa me dijo.
-A Santa Isabel Tola, por favor- dije, con un poco de alivio.

Arrancó el motor, entre esa sensación de alivio, sentía como el automóvil se dejaba llevar por aquellos hundimientos y topes, flotaba, sentia que las ruedas flotaban y se deslizaban como cuchillo caliente en la barra de mantequilla; el problema vino cuando llegué a la avenida que lleva por nombre "Martín Carrera", el taxista comenzaba a conducir con una paciencia, que desesperaba, todo sea por agarrarse unos cuantos pesitos de más, total, se le hacía justo mas cuando el lugar donde vivía era mas desente que ésos nidos de ratas que llaman "Martin Carrera" y "Gabriel Hernandez", y mas pensando que la colonía del Tule, o donde vivía, estaba del otro lado del cerro, era infame el recorrido, pero había que hacerlo; en eso, el viejo, después de toser como lo hacen los de su edad (quizás provocado por el cigarro, pues en su guantera rota se hallaba un empaque de los "Alitas", de esos que "madrean" a la primera), agarró y me dijo:
-Está cabrona la inseguridad, el gobierno no ha sabido hacer bien las cosas-

Me sorprendí, aunque no del todo, decían en un reportaje sobre cierto ex-Presidente (que tuvo la suerte de ser apedreado en el "Auditorio Justo Sierra" de la Universidad) que, hasta el mas ignorante tiene el descaro de criticar el sistema político de nuestro país actualmente, cosa que antes se castigaba con la amenaza o bien, la desaparición.

-Así es, cada día se pone fea la cosa- dije yo con cierta aspereza y desgano, pues iba con muchas ganas de robar muchos abrazos y besos a ésa amiga de la que me había desentendido y no pude.

-¡Nooo! (con ese tono duro y sorpresivo que espanta), la verdad nuestro país se ha rodeado de pura chingadera, hasta el mismo Lázaro Cardenas que fue quien le dió espacio a esos pinches Gachupines hijos de la chingada que vinieron huyendo de su desmadre y su faramalla de amistad con nuestra bonita tierra, todo era muy hermoso hasta que esos malditos lo vinieron a echar a perder- Asentía nuevamente con la cabeza, mientras veía un Mustang Negro que tuvo el infortunio de toparse con mi mirada.

-Lázaro Cardenas fue de lo peor tambien, el y su compadre el Avila Camacho, pinches militarzuchos tenían que ser, los dos se corrieron la bolita y cuando los españoles se instalaron aquí en el país, nos jodieron todo, armaron sus negocios y todo nos lo vendían caro, por eso digo que desde ese momento la economía nunca se recuperó, todas esas cochinadas del "milagro mexicano" fue una pantalla del PRIismo para decirnos que estábamos bien, cuando la verdad estaban los malditos Gachupines jodiendonos, y hasta la fecha, con las alzas a la tortilla, a la canasta básica pues...-

Simplemente tuve que volver a asentir, corresponder su plática y defender mi postura que difería en demasía con las ganas de querer engendrarme un sentido de odio hacia los resquicios de aquellos que huyeron del Franquismo hace casi 80 años, no me importaba su plática, simplemente quería ver si sus años eran una muralla a la cual pudiera usar como soporte a lo poco que sabía.

Y es que prosiguió hablando el Señor, sobre sus frustraciones económicas, mi egoísmo me hizo ser indiferente, pero con un gesto de que ponía atención; de noche y en un auto, mirar las calles y los autos, sentir el frío por las rendijas de la ventana, son cosas que siempre me atrajeron mucho; mas que oir al pobre viejo que no sentía el mas mínimo empacho por desbocar sus caballos contra nuestro estado fallido. Así que pasaron 10 minutos hasta que pudimos encontrar un boquete entre todo el embotellamiento del viernes por la noche; estábamos subiendo por la Av. Cantera, nos colocamos hacia la lateral para acceder a los arcos del "Acueducto de Guadalupe"; estuve respirando alivio, pues el final del trayecto y del "Tour verborreico" del taxista comenzaba.
-¡Si, claro que si!, estamos jodidos, nos joden en todos los aspectos, el dinero no alcanza, no dura, no rinde, a veces tenemos que apretar las tripas para poder llevarnosla leve por que esto de la "Chafireteada" no saca a veces- Insistía el viejo, sin importarle que una mueca de fastidio se escapara de mi rostro.

-Me va a dejar en aquella banqueta, en aquél árbol por favor- Ordené para que frenara la marcha y me dejara de una vez - ¿Cuánto es?-

-Si, pero la verdad estamos cada vez peor, el gobierno gasta en mas muertes y muchas mas muertes-

-Señor, ¿cuanto es por favor?- Insistí con un tono golpeado y recio (provocado también, por la acción del cigarro y el frío en mi garganta); y es que advertí que el taxímetro no marcaba cada 45 segundos el cambio por 80 centavos, sino cada 25 segundos, el taximetro cambiaba de manera continua, de tal modo que ojee el aparato, y descubrí que estaba alterado, tenía "ratón"; el viaje comunmente me salía en $15.00, ahora me salio 20 pesos mas por su charla, su taxímetro y sus ganas de manejar lento, aun estando la vía libre.

-Si, son $35.00- Su rostro cambió, se preparaba para recibir 20 pesos de regalo, en fin, tenía yo mucho mas que eso, nunca me ha dolido el dinero; afortunadamente ha sido lo que no me ha faltado.

-Tenga- Se los dí con una sonrisa, azoté la puerta y encendí otro cigarro; esperé a que arrancara.

En mi mente aparecieron una serie de maldiciones, mas no pude hacerlas posibles, mi mente solo decía:

-Y el hablándome de que estamos jodidos, y a mi me jodió $20.00 más-

Y emprendí el regreso a casa.

23 ene 2011

A la chica del gorrito rojo.



A ti, belleza, mujer de mis ojos, 
quiebre de mis congojas, 
no cierres esos, tus hermosos ojos, 
ni me quites el regalo de verlos. 

Tumbado en la oscura tristeza, 
en la penumbra de la franqueza, 
el verde esmeralda de las hojas y la lluvia, 
me acompañan en sutileza obvia. 

Tu sombrero color rojo, 
regalo del sabio del pasado, 
me acompaña, me soporta, me arrastra, 
en las rejas, en la oscuridad, 
ocultos entre frío y sombras, 
me besas y me abrazas. 

A ti, belleza con el gorrito rojo, 
de chapitas rosadas y mejillas tiernas, 
no arrebates de mí tu existencia
no me alejes de tu presencia, 
no huyas de mis súplicas, 
que en el frío ardo en llamas. 

Soporta mis gestos, mis llantos, 
mis manos que le acarician, 
refugio en sus ojos encuentro, 
en sus abrazos día a día despierto.

Que no salga el Sol, 
que el frío cubra al aire de gris neblina, 
una tarde es poco para mí, 
que no culmine contigo esta complicidad.

Que el viento no me desbarate, 
cuando las ráfagas decidan apresurar el paso, 
de ti he quedado encantado, 
a tu alma me hallo prendido, 
y me juro desatado, 
pues me estoy enamorando. 

A tí, belleza de ojos preciosos, 
que el cielo por descuido perdió, 
a tí que me besas y me encantas, 
que de suerte y gloria a mis días entregas. 

Le grito al viento que me enamoras, 
con solo escucharte entre las hojas, 
le grito al cielo y alabo sus maravillas, 
por tus días en mis venas. 

Mujer de mi vida, en ésta noche fría, 
te ruego que me abraces, 
ruego por que no me dejes, 
deseando que me esperes, 
acabando con éstos crueles temores. 

A tí, belleza, mujer de mis ojos, 
quiebre de mis sollozos, 
regálame esos ojos misericordiosos,  
y no me quites el regalo de quererlos, 
no me niegues el gusto de besarlos, 
vuelve hacia mi ese gorrito rojo, 
atora tus dedos entre los míos, 
encaja tus uñas en mis manos, 
acerca tus mejillas en mi rostro, 
y no arrebates de mí tu existencia
no me regales tu ausencia, 
que sean mentira las grises apariencias, 
por que el cielo enciende en llamas. 

A ti, belleza, mujer de mis ojos, 
quiebre de mis congojos, 
no cierres esos, tus hermosos ojos, 
ni me quites el regalo de volver a verlos. 

14 ene 2011

La imagen fallida.



Fígurate, dibújame, 
así con este rictus de seriedad, 
que a través de los años he perpetrado. 

Recuérdame, 
perdido entre la ciudad, 
con mi silueta difuminada, 
con la suciedad enjugada. 

Entiendo que no soy digno, 
de aparecer en las fotos contigo, 
entiendo que soy muy poco, 
para las luces de aquél foco. 

Estoy seguro que solo soy vapor para tí, 
seguramente crees que me iré, 
sigo pensando en lo indigno que me siento, 
al no poder figurar dentro de aquella foto. 

Y es que mi rostro no se forma bien, 
y mis sonrisas bien no se distinguen, 
con coraje y resentimiento te digo, 
que destesto no poder ver el "flash" contigo. 

Con el recelo entre mis dedos, 
miro mis manos y caigo, 
con lagrimas de simpleza, 
bordeando mis ojos, 
de amargura cubriendolos.

Los árboles se desnudan, 
el viento solloza, 
por un frío atardecer, 
por tus ojos resplandecer. 

Y es que no existe la moda adecuada, 
no luzco gracioso, 
es que conmigo te duele el oído, 
pues ya no ríes conmigo.  

Estoy seguro que mi pesar no dura, 
pero hoy la sensación perdura, 
dibujando eclipses de luna, 
elevandome con la bruma. 

Hoy duele la indiferencia, 
amargo es el sabor de la impaciencia, 
el tiempo corre y se escurre, 
como agua en las nubes, 
cayendo sobre las cabezas, 
formando lagunas, 
atravesando el viento, 
realizo el juramento, 
con el que guardo de tu cariño, 
con el que me alejo del desprecio.

Y me verás caminar, 
cuesta abajo hacia el vacío, 
con mi tristeza y el hastío, 
de no formar contigo, 
la imagen que roba suspiros. 

4 ene 2011

El día de las nubes.



Ya no insistiré más en la idea de besarte,
tampoco en la adorable costumbre de quererte,
y aunque resulte imposible,
trataré de volverme invisible.

Estando ausente,
en esta mañana distante,
parece que es real mi insistencia,
la idea de crearte mi ausencia,
esperando con sutil paciencia,
el momento en que desees en ti mi existencia.

Yo que estaba ciego,
por el destello de ese extraño cariño,
por haberme salpicado de ese viejo veneno,
llegas y retiras todo ese dolor,
llegas y cuidas de yo no tropezar.

No molestaré mas con esa insistencia,
de pensar que hablarás,
pensar que me extrañarás,
cantar al recuerdo de las madrugadas.

Podrás notar que soy hueco,
podrás notar que estoy muerto,
podrás notar que vivo mecánicamente,
y sabrás que no controlo mi mente,
que mi vida es una línea divergente,
y que por las noches, divagante, 
de entre el humo me verás distante.

Ya no insistiré más en la idea de besarte,
tampoco en la adorable costumbre de quererte,
y aunque ello me cueste,
intentaré acostumbrarme,
intentaré alejarme,
intentaré no ser insistente,
para que puedas quererme,
y de nuevo intentaré alejarme,
esperando que llegues a extrañarme.