6 abr 2021

Cuándo te has ido (el amor, el deseo en el hormiguero)


¡Qué días estando allá!

En el montículo de hormigas, donde si bien, todos tenían cuerpo de hormiga, y había mucho maíz por esa zona, y la abrasión de la ciudad en esa zona hizo que otras faunas llegaran a ese punto. Ahí, las tardes, como aquí, se aprendieron a amar, se teñían de amarillo áureo, un naranja amelocotonado, las nubes viajaban y a la vista del cielo azul nunca taparon, el sotavento las llevaba a la puesta poniente creando una gama de celajes imponentes. 

    Han pasado muchos años desde el momento en que cerré la puerta de ese lugar donde residí por última vez, y ahora que he vuelto, no puedo decir mucho de las caras de las personas, pues nunca me interesaron, pero he visto varios puntos que sí se han transformado, la mayoría siguen igual. 

    Hoy, en tiempos de encierro, decidí emprender el viaje desde el Metro Revolución, caminar por la Ribera de San Cosme, esquivando Puente de Alvarado, paso la casa de Mascarones, metro San Cosme, la ESANS, Circuito Interior, el cine Cosmos, el metro Normal, la Normal Superior de Maestros, el Casco de Santo Tomás. 

    Hay carriles confinados de bicicleta, el calor que se percibe es el mismo, mi música igual y es que esta, ha sido preparada con antelación ante la posibilidad de tomar calle y aprovechar ese sol que a mis 21 años tenía la costumbre de caminar. Ese lugar fue lo que el amor en dos personas que no se agradaban, aquí vine a madurar, aquí enfrenté mis primeras decepciones y llorarles mientras fumaba un cigarrillo, mis decepciones laborales, la crueldad del mundo y de los principios mentales que dan origen al placer. Aquí encontré poco a poco razones para amar la nada, aquello que nadie veía  y que solo yo disfrutaba; cuando ya el mundo dejó de resultarme fastidioso, cuando una mujer con nombre de "deseo" me coloreó y saborizó mis días con cerveza y cigarrillos, en un largo trayecto, acabé por rendirme a los pies de esta vida ahí. 

    15:00 horas, después de un largo día de recibir quejas de telefonía y responderlas de manera escrita, de probar unos tacos "campechanos" y un agua de un litro para aguantar las largas jornadas sentado, salía disparado de ese viejo edificio de avenida Yucatán, otro largo recorrido me esperaba en metro, llegar a la Normal caminando desde Insurgentes al metro del mismo nombre, transbordar en Pino Suárez, o caminar a Chilpancingo para hacer el largo trayecto a la línea 2 y transbordar en Chabacano y llegar a mi destino. Tenía la opción de subir a un transporte público, pero era más desesperante la espera, sentado, y la luz del sol pegándome mientras el carro llenaba gente. Opto por seguir caminando, atravesando puestos de comida, a futuros maestros, automotores aparcados, la hojarasca tirada y la sombra de las frondas de los árboles: atravieso la Avenida de los Maestros, llego a la Superior de Medicina del Politécnico, camino por una gran acera. 

    Hay un mix de canciones dispuestas a hacerme vivir el momento, llevo cuatro cigarrillos aún sin encender, hay varias jacarandas aguardando al momento de florecer... Es noviembre, octubre, febrero del siguiente año, ¡qué más da!  Estoy viviendo un momento único, no sé por cuánto tiempo será, pero seguro estoy que está siendo. Llego a Calzada de los Gallos, llego a las vías del tren, he llegado a un oasis llamado Nueva Santa María, mis canciones en español se cuentan una a una y he llegado a Eulalia Guzmán, voy con el sol a plomo, mi mochila Vans ahora no viene cubierta de aroma a cigarrillo pero voy en silencio, solo se me ve caminar por la gran calle, con unos audífonos naranja y la música a todo volumen, pienso en Desirée. 

    Atravieso la avenida, y camino dos cuadras, nada novedoso, solo casas del antiguo fraccionamiento, el Colegio La Paz... enciendo mi cigarrillo. Hace calor (como Los Rodriguez me cantaban), me estoy secando, mi piernas sienten el rigor de andar a las tantas de la tarde y mi deseo en la cabeza. Mis botas pesan, se han aligerado mis pasos, he atravesado el parque Revolución y me dirijo a Guanábana, voy por el segundo cigarrillo, me seco cada vez más, y a pesar de la sequía inducida, continúo avanzando. Mis canciones me han hecho ligero el viaje, a veces suena Jarabe de Palo, a veces es Enrique Bunbury, a veces es Miguel Mateos, Fobia, Las Pelotas, Radio Futura, Andrés Calamaro, Gustavo Cerati, José Fors, Amaral ¡qué lujo que todas esas voces confluyan en el recuerdo de la Desi! ¡Llegar a Azcapotzalco jamás había sido tan grato!

    He llegado a casa, una puerta a tiro de búnker nos abre paso. Tiro las cosas, no me quito las botas a pesar del dolor de piernas experimentado, me he quedado dormido, estoy sudando, estoy pagando la gracia de mi andar. Solo quiero que llegue la puesta de sol. 



Aquí, el atardecer con una cajetilla de cigarros y una cerveza da pie a mi ritual; al atardecer, veo al sol pegarle a las copas de los árboles, a las palmeras, los pájaros conocen el panorama mediante sus vuelos. Todo es color oro, amarillo, celajes de melocotón, como mi casa y su aroma a durazno. 

    El primer trago y suena "Bocanada", y libero mis estreses, mis ansiedades, maximizo al amor y me vuelvo uno con ella, aunque conmigo no esté, aunque solo la haya visto una vez, su recuerdo y persona han quedado para siempre. Con "Audiorama", intento recorrer la cinta de la película que me devuelve a aquél 24 de octubre en que la fui a dejar a su casa tras la feria del libro del Zócalo: Av. Monterrey y Nayarit donde se despide y me abraza, yo sigo mi curso hasta la glorieta de Insurgentes, yo traigo prendado ese recuerdo y en esta tarde, mirando al sol ponerse y romper las nubes. 

Su recuerdo, me baña con la luz del sol, el sabor de la cerveza, y "Córdoba" de Duncan Dhu. 

31 mar 2021

Cuando el invierno toque la puerta.





Cuando la distancia se amplia,
a veces, el rencor carcome,
cuando los silencios nos abandonen,
cuando no hallamos la salida.

Cuando el rencor aparece,
el amor que antes resplandece,
hoy se destroza o se reblandece,
es golpeado y se entristece.

Afloran los dolores ocultos,
la pereza lo alimenta,
los esfuerzos se vuelven tormento,
son el camelo de un amor profundo.

Cuando el rencor aparece,
el despecho florece,
el arrebato se hace manifiesto,
la distancia vence al tiempo,
cuando el despecho vence,
la razón palidece.

Nos convertimos en poseedores,
nos olvidamos de ser amantes,
suponemos que nunca debió ser
supongo que siempre así fue.

Pues en las espinas de la mentira,
se han cobijado los pretextos,
se ha colgado la toalla y en esta pelea,
acabas por culparme del préstamo de tus fallas.

Cuando el rencor nos rompe,
el amor parece solo un nombre,
cuando se nos forza a callar al alma,
cuando se nos obliga a guardar la cara,
entonces la marejada de horror,
nos hará más doliente el amor.

24 mar 2021

El mareo de la noche.



Qué ocurre, de repente me ví acompañado de tres amigas, pero algo me ha hecho virar a los lados, he subido al transporte, es sábado 2 de mayo, 2009. Pasan los minutos y sé que aproximandome a las 8 de la noche, algo pasará que me hará sinuosa la intención de querer salir de mi casa, el día se ha colocado en tonos grises, hay un frío extraño y el resoplo del viento ha hecho que hasta los codos me duelan.

    Tengo $500.00, estoy ansioso porque, veré a mi amada en unos momentos, no es el sitio que me gustaría estar con ella, pero estaré con ella.

    He subido al transporte, francamente siento miedo y el frío de una noche en la que acaba de llover, no ha hecho más que complicar las cosas y el ambiente. "Puente de Vigas" luce tan tétrico, desde antes de salir de casa ya había recibido las primeras reprendas acerca de mi salida, y parecía que ya me habían marcado el destino ahí. Mi teléfono queda sin señal, está oscuro, camino en línea recta regresando de un punto a otro, hasta que decido subir la cuesta de la avenida, subir el puente y llegar al sitio acordado por mi amada, he librado el peligro de estar a 6 km de mi hogar, nos han recibido en el sitio, hemos pagado "un cover" que ya nos ha dejado acceso a comidas, bebidas y baile.
    
    No imaginan cuánto odio esos sitios, la gente se llena de humo, luces, y son sitios para ir de cacería. Nos han llevado vodka, nos han llevado "Malibú", ella me ve con un poco de reserva, quizás dentro de sí hay algo de reserva hacia mi persona, creo que ella está midiendo distancias, y me es inevitable no sentirlo.

    Hay un par de furtivos hombres, han visto a mi novia tras mi renuencia a bailar; yo me he mantenido sentado viendo al vaso lleno de ese líquido blanquecino y empalagoso, que por empalagoso se declara fuerte de alcohol, solo observo una y otra vez el ambiente, luces neón, humo de hielo seco, el aroma de los cigarros y las colillas ahí, amontonadas, los vasos cada uno a uno, yéndose de la mesa por los empleados quienes no dejan de verme, no han parado de mirar cual rastrero animal acechando algo que no debería rondar; he visto que a mi amada se le acercan estos hombres, ella baila con uno de ellos pero, ella misma ha dejado a uno con tal de sentarse conmigo y llenarme la cara de besos. He visto a ese par preparando el ataque, quizás en el baño, quizás en la salida, supongo yo esperaba un navajazo, un puñetazo.

    Siento el aroma del alcohol por la nariz, el cigarro se ha impregnado en mi lengua, he comenzado a flaquear, he mirado al reloj en signo de malestar, solo faltan tres horas para que del lugar nos pidan retirarnos, yo no lo disfruto y he comenzado a sentir sueño, me he quedado dormido, me han sacado de ahí, la cabeza me da vueltas, y en breves episodios recuerdo estar fuera del recinto, en el frío y esperando un transporte que posiblemente nos vaya a llevar o no al destino, en el salón han determinado que no pueden tener a alguien que se ha quedado dormido.

    No recuerdo como llegué ahí, pero estoy en la sala de ella, ese mueble en que semanas atrás en tiempos de pandemia porcina, me vi besando sus mejillas y quitarle su labial color café claro que tanto amaba; ahora me tiene en sus brazos, me ve llorar, no sé por que lloro, pero algo me ha sacado el alcohol, quizás el miedo, quizás he visto lo que se acerca. Ocurrirán las semanas y no podré siquiera recopilar las cosas que pude decir, solo sé que acabé en brazos de ellas cuando se suponía debía ser su guardia. A mi amada no le ha quedado de otra que decidir por mí, supongo le dejé en vergüenza, supongo quise defender su existencia de aquellos furtivos ojos, supongo solo fue escuchar el sufrir de mis ojos por la cantidad de alcohol ingerido, sé que ella me dejará, lo he visto y ella supongo, no hará más extenso mi malestar, ha decidido dejarme.

    Su ausencia no se podrá hacer más patente, me mandará una misiva, y cortará de tajo todo esto, me dejará con la intención de saber qué pasará, qué ocurrió, habrá momentos en que se sabrán con la capacidad de contar y saber lo ocurrido de ese entonces, pero habrá momentos en que el poco valor ganará, y diremos que "no, que es mejor dejarlo así."

Se de todo esto, que el alma la tendré partida por mucho tiempo.

Una flor.


Busco una flor,
que no presuma sus espinas, 
que no alardeé de sus hojas secas, 
que no presuma sus raíces, 
ni que forcejeé a que vean sus otoños.

Que sea auténtica, 
que no clame que miren sus pasados, 
ni sus cenizas, 
que no busque el equilibrio, 
mediante la incesante del conflicto.

Busco a una flor que no se autoproclame perfecta, 
que sea una perfecta imperfecta, 
que sea un alma libre, 
sin ganas de herir a nadie...

28 ene 2021

Fantasmas

 


Cuando una persona muere, su espíritu queda encerrado en el escorzo que forman los muros en donde su cuerpo físico respiró por última ocasión, por ello, las almas penan, quedan ahí y vuelven frío el ambiente, ahuyentan a quien resida en esos lugares, no soportan la idea de compartir espacio con seres vacuos y frívolos por ello recurren al espanto. 

    No les basta que les pongas velas, no basta con llamar al curandero, ni al espiritista para comunicarse con él. Las almas son un lemento etéreo que queda atrapado en las paredes, en los rincones, en el filo de las cornisas, en las juntas de los mosaicos, en las tuberías. Lo mejor es derrumbar la casa, hacer fallar las estructuras y que todo vaya acabando poco a poco para ese sitio, que la ruptura de sus muros deje escapar todos los lamentos, todos los suspiros de este o todos los seres que han transitado en ese lugar.  

    Y si me lo preguntas, respondo a ello que, derrumbar un sitio, significará reconstruir algo que traerá nuevas historias. 

Cuando no estás.


H
e pasado los días, los meses, las vidas caminando solitario por las calles vacías, andando por fríos paisajes y, provocándome el sosiego mediante la sed, que con el alcohol podría ser apagado. 

    Llevo días pensando en esa maravillosa cualidad mía de ganarme a las personas, para el fin inicial, llegar a la meta y sentirme maravillado de tu compañía. 

    Y llegué contigo, después de un largo trecho casi conocido por mí; yo me pasé semanas mirando por la ventana. Me ha costado tiempo y cabello saber en qué momento sería el idóneo para saberme feliz con alguien. Intenté hallar fórmulas, romper algunas ya creadas; ser feliz y tratar de ser tolerante ante la beligerante diferencia mental que me supuso alguna por ahí, me dejé llevar por el curso de la vida... Y no quise repetir esa fallida metodología, regresé a un planteamiento evolucionado. 

    Cuando se mira tanto a la ventana como si se mirara tanto al interior de uno, y se tiene la cabeza llena de cosas, no es fácil que cualquier vibración haga efecto en uno; esa vibración tendrá que ser especial, debe generar música, colores, luz, paz. 

    Entonces, llegamos a nuestro puerto, me invadía la idea de saberme caminando contigo, con los perros, por el parque o yendo a alguno de esos restaurantes a los que acostumbraba acudir a solas; entonces el desear tanto la llegada o materialización de algo, cuando se tiene, se comienza a veces una etapa de desprecio o de desapego progresivo. 

    Yo no quería eso, pero creo que tampoco he podido hacer de lado la historia que te embarga, yo sé que no has podido hacer de lado a esa persona por la que viviste tanto y por tanto. Yo sé que hiciste el apreciable esfuerzo de tratar de vivir el hoy y el ahora conmigo, y te estoy completamente agradecido que por este tiempo me permitieras reimaginar la película que vimos cuando la universidad, y generar escenas mejores, argumentos todavía más sólidos y una vida hincada en el terreno, nuestra realidad no iba a ser capturada en Zaragoza o en Teruel, pero me bastaba con Coyoacán y Santa María la Ribera. 

    Me di cuenta cuando llegué del trabajo en el Castillo, te noté con el diablo adentro; y es que soy tan débil ante tí, que un promontorio en el mar me gritó irritado que las olas eran esa verdad que escondías. Ya no me sorprendía, aunque quise no ver que estabas pasando por una situación en que seguramente, una llamada te hizo toda la revoltura de emociones.

    Amor mío, no me siento derruido por dentro, sin embargo, un golpe a tiro de resquebrajo me dio cuando tuvimos nuestra comida con vino tras tu regreso, y te vi con la cabeza gacha, llorabas al preparar todo, llorabas por las noches y no quisiste decir palabra alguna, solo sonreías musitadamente. El declive de mi ánimo se dio cuando, en una noche en que debía resolver el resguardo de un convento me robaste de la mesa, tú, investida con una camisa mía bajo el argumento del encanto que te provocaba mi perfume, nos vimos enredados en pies y manos en cuestión de minutos... Sollozaste otro nombre. 

    Supuse te sorprenderías, supongo el éxtasis te había consumido que olvidaste mi nombre, o no te percataste de lo que dijiste; y en consecuencia, me gané el olvido, me regalé aislamiento. Me preguntaste posteriormente el porqué, muchas veces llegabas con las cosas de la cena y al escucharte llegar, prefería tomar mis cosas y salir, no volver pasada la medianoche. El estudio se tiñó de azul, y tu provocativa investidura desapareció, por yo haberme hecho a un lado... Cuando ya te cansaste corazón, cuando te agobió la serie de historias creadas por ti y darte cuenta de lo ocurrido al nombrarte al anterior ser humano, solo callaste y apoyaste la frente a la palma de tu mano. Y no lo negaste, ni te empeñaste en confirmarlo, ya no había mayor confirmación que el fondo musical de "Cuando no estás", y el sol del agonizante día.

    Ahora, he vuelto al inicio, mi estudio yace cubierto de focos, he cambiado el interior, y la ventana permanece abierta al resplandor del sol de las tardes, al soplar del viento. Hay aún un parque y los perros en el; los restaurantes también permanecen, pero solamente yo, acudo a gastar mis momentos ahí, suspirando por tu ausencia, y el regocijo de una saludable vuelta a la soledad. 

14 ene 2021

A tu lado...



En el día 44 sin tI, me pasó que veía las nubes, escuchaba pistas saliendo de una bocina imperceptible, invisible, y de repente, lo que estaba cubierto de nubes, ya se había transformado en velos discretos de cielo color lila tornasolado; ya era común ver algo así desde los días 39, 40 y 41, el 42 estuve por tomar la calle y el viento me hizo retraer mi paso para solo terminar por darle vuelta al cerrojo de mi casa y no emprender la huida.

     Y es que en la rutina que llevaba en soledad me iba con la idea, con el pensamiento que había días malos, días flojos y los días fuertes, y de esos solo me quedé contigo que los lunes y viernes eran los fuertes, pues creo en la idea de que el primero era por iniciar la semana, y el segundo, por alguna fiesta, evento o salida que pudiera darse (¡como si eso en una persona tan huraña como yo se pudiera esperar!). Sin embargo, a pesar de todo, de los parches de ausencia, del cambio de volumen y tono tuyos, de asimilar que esto podría ser el siguiente paso a la evolución de lo nuestro. Tengo fé y esperanza de que esto perdure, aunque he deseado tanto tener una bola de cristal que me diga lo contrario, o me lo confirme.

     Aquí en el complejo que supone el ramillete de edificios de la zona norte donde me ubico, al no tener cerveza, cigarros, o algo que me haga querer maximizar tu recuerdo con esta tarde, me da por salir a caminar a estas horas, pero hoy quise poner en "repeat" una canción, pensarte y platicar conmigo mismo con mi taza de café en la mano (siempre lo hago, hago de cuenta que no pasas una plática mía con un recuerdo de tu anterior vida) y los colores de un atardecer tras una jornada grisácea y nubosa. Me da mucha melancolía esto, pero supongo, es mi forma de ir sacando todo lo que tengo atorado.

     Le Corbusier no puede suplir toda la atención que tengo hacia las nubes, logro descartar el sonido de los perros, pues hay muchas canciones que se han dispuesto a abrirle paso a la melancolía, entonces el ver los pocos rayos golpear a una torreta de acero, me hace aún desear el momento en que podamos estar juntos. He intentado desechar todo pensamiento que se pueda echar a perder en mi, he intentado conducirme por el camino de los sueños en que tú y yo podamos vernos caminando por una ancha banqueta, disfrutando del amor que el maleficio en el aire no nos permite disfrutar (o del que me limitaste para tener que dejar para después).