Pero, en los momentos en que de noche camino,
en que te llevo como lámpara en mi oscuridad,
aún te hablo, te pienso,
y te siento como si tuviera el sonido de tu voz,
del lado izquierdo,
como una bocina,
y del lado del corazón.
Inminentemente, agoto mis suspiros en aliento,
y me elevo al recordarte,
pero sucedáneo a ese recuerdo,
cual fotografía almacenada,
iluminada en extremo que de ti tengo,
todos esos suspiros superlativos se reducen a una flor,
flores marchitas, muégano de ramas,
pues tu atención se asemejaba a un disparo de luz,
tu presencia así se volvía intermitente,
pues, así como podías ser suave para la palabra intercambiar,
podías llegar a ser una intocable navaja.
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