11 mar 2023

No se puede vivir de supuestos.

 





Yo no sé qué hago recordándote, no sé qué me da por que mi mente trabaje esas escenas cuando hay rayitos de luz golpeando a los feos muros de la vecindad de al lado, cuando el cielo se pinta de color yoghurt de durazno, y al fondo se ven las torres del teleférico con la frescura del aire que me salva del atosigante calor de una era en la que, lo preferible es no seguir dejando descendencia. 

    No se qué me da por seguir creyendo que aún ha pasado un año desde que tomé la decisión en aquél 8 de marzo de terminar, y me ha dado por querer guardar lo bueno de las cosas que compartimos en aquellos años, y de la disonante coincidencia que hizo unirnos.

    No sé qué pasa por mi cabeza, cuando me limité a verte como un enemigo a vencer dentro de mí, como algo que debería pasar al olvido. En algún momento en mí, te consideré de entre las peores cosas que pude haber experimentado. Y de unos años a la fecha, y cuando de repente, hallo alguna memoria en el banco correspondiente de recuerdos (en que los intereses han crecido favorablemente), observo que incluso, las fotos que llegaste a tomarme, se ven borrosas debido a que tu posibilidad de compaginar conmigo siempre se vio enmarcada por reclamos tipo: "¡no puedo creer que esté haciendo esto!", "¡Qué horror!".

    Quererte como lo hice, no pensé fuera un intento de imponerte mi forma de querer; me nacía preocuparme y esperarte fuera de clase y en nuestro pedazo de jardín. Sin embargo, contigo encontré reclamos por querer saber cómo estabas, por llamarte queriendo escuchar tu voz en un arranque de euforia de saber que eras mi compañera y que estaba próximo el fin de semana en que pudiera estar contigo, completamente. 

    No sé qué pasa conmigo que tiendo a recluirme en la obra de Love Of Lesbian, a querer proyectar paisaje en sitios semejantes a los que Haruki Murakami describía en sus novelas, que me hicieran querer caminar si no bajo los cerezos, sí bajo las Jacarandas con alguna canción de esas de fondo y al atardecer. 

    Cierto es también, que cuando decidí acabar con aquello, en 2016, en marzo, dentro de los primeros 10 días, las primeras jornadas posteriores a ti, estuvieron bajo el estigma de un enojo conmigo mismo... Verás: Recordar cómo insistías en que me decidiera a estar e intentarlo contigo y que al paso del tiempo, me demostraras que realmente no te importaba como cuando siendo novios, pensaras que era algo insignificante que bailaras con tu mejor amigo, y que "no negaras ni afirmaras" que entre él y tú hubiera algo ante los demás. O de que en una salida, tú y yo juntos, tuvieras a bien decir que nuestra relación "era como una máquina que parece forzar su paso", es decir, "a la que hay que darle palmaditas para que pudiera andar". O cómo olvidar cuando tras tocar el tópico de la LIBERTAD, me dijiste que "si quería besarme con alguien más, que lo hiciera, que era libre".

¿Que si me dolieron todas esas cosas? ¡Claro! Me dolieron porque en el momento en que las dijiste o las hiciste, pensé que algo estaba haciendo bien, pero me encontraba con alguien que años después confesó que pensaba que "todo lo que queria, era una relación abierta", o que de todas las cosas dichas, "ella solo me vendió la idea, y que yo me acabé comprando todo lo dicho" y con ello, hacerme responsable de que las cosas negativas permearan en lo nuestro, restándote culpa. 

    Volviendo al punto amada mujer de mi pasado, te recuerdo con gratitud, y acuño esa costumbre de recordarte a que todo eso me devuelve a los tiempos después de ti. Si bien, padecí un apego ansioso por todo aquello que veía en tus ojos y escuchaba en el tono de tu voz, dejarte me dejó posiblidades nuevas que, en su momento, sentí como un regalo de la vida. Primero, un ascenso laboral, el hacer nuevos amigos, tener bastante tiempo para mí y zafarme de aquello que me producía nudos en las entrañas, entonces confirmé aquello que me dijeron años atrás de que "a veces, la vida quita, pero también da (y viceversa)", y los momentos en mi trabajo, se complementaron de tardes en que comía lo que quería, disfrutar de los momentos a solas y conmigo o con amigos nuevos. Días aquellos en que salía de noche, miraba a la luna al llegar a casa, y a veces, estar con unas botellas en la mano mientras dejaba sentir el furor que me provocaba esa mezcla de humo y alcohol, y al amanecer, reponerme solo para sacar a mis hijos por la mañana e irme a trabajar nuevamente.

    Mantener ocupada la mente sirve para hacer menos pesado el proceso del olvido, pero es algo que se acumula hasta que como olla de presión, acaba por explotar. Y debo admitir que nunca trabajé en sanar esa herida; por un momento me resultó extraño tener que regresar a eso que era antes de ti. Yo pensé al ver todas esas cosas que tenías ocultas de mí que no había problema, pues antes de tí, "ya era yo", y después de tí, "tendría que cotinuar siendo yo". Volver a ese "yo" de septiembre de aquél año pasado en que entramos a la universidad y quitarme el disfraz de novio cuando ya para la otra persona, supongo ya estaba gastado y harapiento. 

    Tu partida me trajo la vivencia de muchas canciones que llegaron, de otras que se acabaron de asentar en mí, y de muchos colores que ví reflejados en el acristalamiento de algún edificio en Polanco, de muchos olores compartidos y mezclados, el aroma del cigarrillo que me rehusaba a dejar, el aroma de la chocolatera que a las 5 de la tarde seguía emanando sus deliciosos aromas, y el sol golpeando a la fachada gris de aquél estacionamiento que tenía enfrente, a veces volviendo áureos sus colores. Quise incluso tapar el dolor de lo que ví, y viví por cinco meses contigo con la llegada de alguien con quien pudiera sentir que caminar bajo las jacarandas, al ritmo de Love podía ser posible, pero solo quedó una ilusión que no quise que saliera de ese molde casi platónico y que, me hizo menos atirantado ese proceso de avanzar. Supongo, ese cúmulo de cosas vividas entre 2016 y 2017, fueron las mismas que me hicieron recordarte aún más, porque sí, seguro lo pasé todavía mejor, porque muchas cosas se mostraron en mi vida, y porque sí, fui capaz de sobreponerme. 

    Pero también, porque pienso en los rayos de sol que llevaron tu nombre por cinco meses, el interludio que precede al verso introductorio de "Oniria e Insomnia" en el minuto: 01:08, son una remebranza por ejemplo, de las veces que fuimos a tener un momento en que mis luces de artificio, solo se quedaron en pequeños chispazos y no te hice ver los colores que esperabas. También me devuelve a los momentos caminando por aquellas callejuelas del Centro de Tlalpan, entre las arboladas vías de la Condesa, sobre las planicies y taludes verdes del Centro Nacional de las Artes, en los jardines o plazoletas de Coyoacán, bebiendo alguna infusión o quizás, en algún puesto de comida rápida en los exteriores de la Metropolitana, o aprovechando los viernes para fugarnos a alguna sala de cine y tomar algún estreno o en la Cineteca Nacional... O ya más tarde, después de tí, a solas en mi azotea, en el silencio de la madrugada deseando estar en algún balcón en Madrid bajo el haz de luz de esa luna ibérica.

    He descartado de esos recuerdos, la sensación de sentir que te perdía en cada ida a clases, en cada momento en que llegaba a ti con la idea de pasarlo genial e irnos a comer; he despejado de ahí esa ansiedad de sentir que poco a poco te ibas aburriendo de mí y que, asi como pasó con la persona antes de mí, acabarías por hacer lo que Pedro con Jesucristo, negándome; y es que, es una sensación que no me sirve, porque a decir verdad, fuera de la ansiedad y de mis silencios repentinos provocados por ello, me encontré con alguien con quien podía hablar de diversas cosas, sustanciales, sin sentir que en cualquier momento me querría cambiar el tema por aburrimiento, y viceversa. 

    Sentí que podía escucharte y sentir que tu conocimiento era complementario. Éramos la teoría y la práxis. Sentí que en esas conversaciones podía tener un trecho más hacia ti, amaba la sola idea de sentir tus dedos enredados a los míos, cuando me abrazabas y te quedabas pegada porque el aroma de mi perfume te mantenía como imán al acero, y el amor epistolar que fuimos fraguando siendo descubridores de las semejanzas sintácticas entre nuestra escritura y las morfológicas en las letras. Esos testimonios escritos eran una manifestación un tanto para mi ego, de que podía ser querido de ese modo, pero también de pensar que a pesar de esas muestras y despliegues de mi ansiedad, algo estaba haciendo bien que me confirmaba que no estabas tan lejos, que quizás solo me hacía falta entenderte. Pero no puedo medir probabilidades con los "hubiera", con esos supuestos, aunque me he empeñado en que así sea y aún así, sentir que cada día te fuera perdiendo, a pesar que "me esforzaba" como hoy tiendes mucho a decir cuando recuerdas lo que dices, hice por tí. 

    A veces pienso en aquello que he romantizado, de decir que "me hubiera gustado crecer contigo", pero las cosas son como tuvieron que ser. De tu lado, comenzaste a tener varios problemas que algunos años más tarde se  acrecentaron hasta la pérdida y enfrentarte aún más a la soledad por un mundo en el que no te fue difícil incorporarte... La maldad es algo que no es nativo del ser humano, tal como Rousseau aseveraba, "el ser humano acaba por ser corrompido".
 
    Yo no sé qué hago recordándote si debí dejar que mi resentimiento siguiera mojando mi corazón al grado de que se echara a perder solito, sobra decir cuáles fueron las condiciones que me llevaron a concluir aquello, y que, a pesar de que alguna vez llegamos a reintentarlo, no pude por todo ese coraje que sentía, por ese ego herido, y por todo aquello que dije me hiciste, y que pasó. Hoy día, no puedo sostener un trato tan cordial, porque tiendo a caer más rápido en el aburrimiento con las personas que antes. Sé que hoy, menos que antes, una posibilidad podría vislumbrarse, pues han pasado años y heridas que nos han forjado de distinta manera. Pero hoy, mi recuerdo se da porque ya se hace con amor. Te recuerdo con amor, y quiero suponer he ido encontrando la paz en ello que antes me atormentaba, sé que la vida te ha dado muestras de que puedes y mereces ser amada, y creo que ahora podríamos funcionar, pero... No se puede vivir de supuestos. 

No hay comentarios: