24 jul 2022

Corazón en un cofre.


Son las 0:00, llevo dos días sin poder conciliar el sueño, pienso que los doctores mentían respecto a tu estado de salud. En ocasiones previas, nos habían dicho que las cosas mejorarían, que estarías bien, que era uno de esos episodios en que tu cuerpo nos daba aquellos sustos, y acababas regresando a casa, quizá con menos peso, quizá con más sueño, quizá con un poco más de dolor, quizás con más ganas de vivir. 

    Llevabas un tiempo sin ver, iniciaste perdiendo la visión en un ojo, luego, sucedió el otro, hasta que fue necesario usaras un bastón. Y no me dolió terminar siendo tus ojos, no quise ver el desgaste que ello me sugería, pues el amor que siempre te tuve, me hizo cargarme de una paciencia y una entereza tal, que todo lo que deseaba, era que siempre estuvieras a mi lado, mi vieja querida... No importara el costo, no importaran las noches, las cosas a sacrificar. Ambos comenzamos a padecer el embate de la edad, aunque tú eras más joven, el maleficio de la genética de tu familia te ha jugado mal, o quizás interiorizaste el dolor por la pérdida de la suegra y sucedánea, la muerte de mi cuñada. 

    No me importó nada, no quise nada más, mi vida eras tú. Dormir a tu lado, y acomodarte la almohada era todo lo que me hacía feliz, pues saberte cómoda y libre de cualquier amenaza, aún así sea a tu postura, me hacía sentirme que era el perro guardián que no dudaría en estar a tus pies, con tal de seguir sintiendo tus manos, y que, al abrazarte, pudiera yo sentir el influjo de tu cabello con aroma a manzana colándose por mis narices y regresándome un poco de vida con cada suspiro que emulaba bocanadas.

    Dios, ahora que han pasado los días, que te ví sujeta en esa cama y en esos helados, fríos y blancos cuartos del hospital, me sometí a la necesidad imperante de flexibilizarme y darle volteo a mi aversión al catolicismo, a cosas de iglesia. He rezado 135 veces la oración del arcángel Miguel, no puedo contenerme a la necesidad de verte bien y que regreses conmigo, y durmamos y comamos como siempre, pero... Tampoco puedo mantenerme reacio a verte con esos tubos pegados al cuerpo, a esas sondas, a esos cables y a la continua y trepidante marcha del "bip" de la máquina que me  anuncia aún estar tú con vida. 

    He pedido al cielo, que te de bien, que te de paz, que se haga la voluntad de Dios y no la mía. Yo puedo desear ver tus ojitos por la mañana semi abiertos y tu voz con tono de cansancio que me provocaba tanta ternura, pero ya no resisto a la idea de pensar que todo el cuerpo te duele, que respirar es un martirio, que sabiendo que los pronósticos de los médicos son favorables, sabes perfectamente desde la atalaya que es tu cuerpo que, no es así. Que la enfermedad ha sido poco benevolente contigo, que tus defensas están caídas y solo es cuestión de tiempo para que caigas. 

    Que somos ejército tuyo, y tú mantienes la presión de mantenerte con vida, cuando sabes que las esperanzas, por muy metafísicas y positivas que puedan ser e implantarse, el destino ya nos ha tirado las cartas. Sabes que esto no va a durar y prefieres que el sosiego de todos sea callado lo más pronto posible, y eso para ti, te garantizará paz, esa paz que necesitas ya, pues estos 59 años fueron suficientes. 

Te entiendo, lo siento, y lo pienso. 

    Ahora que no estás, solo queda recordarte así, como te conocí, como te implantaste en mi vida y como te fuiste. He preferido quedarme con aquellas cosas que disfruté a tu lado. Ya no será lo mismo acostarme y sentir el espacio hueco y frío de la cama. Ya no habrá más platicas con el café de la mañana, ni quién me pregunte cómo me fue con la siembra. Yo ya estaba preparado para un evento así, el trámite, el movimiento... Pero el corazón, no. 

Mi corazón, yace en un cofre, sobre algún mueble. 

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