31 ene 2022

La visión de los vasos.

 

La visión de los vasos, me da la oportunidad de ampliar la mirada hacia espacios que desconocía, que miraba por delante de mis ojos por el transporte, por el camino a pie. Por las veces que transcurría mi vida preguntándome los qué's y por qué's de lo que me había ocurrido meses atras, probando delicias ajenas, y trabajando en algo que por necesidad, había deseado tanto. Son las tumultosas vías de mis 22, los 21 habían sido ligeramente aventurados, hasta la mitad del año en que me maravillé con alguien para quien acabé no siendo suficiente. 

    En estos trechos, largas caminatas explorando sitios que en mi infancia recorrí, me hallo en la trémula metamorfosis de pasar de ser un elemento nocturno, a despertar a las horas tantas antes que el sol haga gala de sus aposentos. Habían sido días grises en el transcurso de ese tiempo, el folk de cierto cantante me hacía sentir en una cruda constante. 

    En esta visión, me hallo, Los Insurgentes se llama el local, estábamos en el cumpleaños de una amiga cuando Alberto, mi amigo llegó, y se aceleró la cosa. Es mi hermano, es mi amigo, es mi sombra... Y le he estado tan agradecido por todo.

    En este trance, he pasado de beber pulque, de mala calidad, y me encuentro rodeado de niñas de pelo de honguito, botas Dr. Martens y algunas con sombrero, escuchando de fondo a Rise Against, Empire of The Sun y Tame Impala. Qué puedo hacer, no podría criticar la música siendo que he visto al sol, los últimos rayos esconderse en un edificio de la calle de El Oro; Insurgentes luce tan común, el ruido, la estación del Metrobús, es viernes y el edificio porfiriano luce tan casual y tan curioso, subir por escaleras empinadas hacia los entrepisos que parecen tapancos, como una casa en árbol, como "La Casa del Tío Chueco"; pasar por las maderas y sentir que truenan, sentarnos en la barra y escuchar el tumulto de las conversaciones casi apagadas, hasta que el alcohol haga de las suyas. 

    Han pasado ya unas 3 horas, son las 9 de la noche, y sin mediarlo, ya estamos próximos a las 11; de no ser por Astrid quien me llama la atención por la jarra que estaba por acabarme, le hallé una relación a la necesidad de ver la hora. No tengo problema en seguir gastando en alcohol, he comido tanto, y tengo tan agrietada el alma que, no me interesa todo lo demás, quiero seguir bebiendo... El mundo seguirá pudriéndose y yo no dejaré que pase más. 

    Ya no es un vaso por el cual, observo a la vida, la euforia del momento ha hecho que los ánimos suban al punto en que me he visto cambiar un tarro, por jarras, y ya llevaba 3. Fui objeto de ser rodeado como un espectacular borracho mientras "Calaveras y Diablitos" se escuchaba al fondo. Mi hermano está al fondo, besando a la pasada de peso del momento, en la esquina y ahí está, yo ando con el alma rota, quisiera que ese pensamiento recurrente, mi deseo estuviera aquí, el solo pensar en ella ha hecho sentir que todo ha ido tomando su curso, y el dolor de hace unos meses ya suena como algo ínfimo. Quisiera que no me viera dando vueltas con una jarra en la boca, y que estuviera carcajeándose conmigo acá, al final, su casa queda a 10 cuadras. 

    Pero sigo aquí, son las 11:30 y tuve que espantarle al Betito su temporal disfrute y compañía, porque ya no alcanzaríamos transporte a "La Nueva". Salimos, pagamos, e íbamos fumando, qué ganas de seguir caminando e irnos con unas cervezas con los cigarrillos en la boca, con el aroma de la ciudad fría por la noche y en viernes. Tenía tantas ganas de platicar con aquel espantajo que es mi amigo, pues desde que entré a trabajar, dejé de frecuentarlo. Hemos entrado al metrobús, esperamos carro, son las 11:40, y no se ve que vaya por "La Piedad". Insurgentes comienza a vaciarse y solo se escuchan los ruidos de algunos centros nocturnos aledaños, de nada servía quedarse hasta muy tarde. 

    Abordamos el camión, no sin antes aprovechar el descuido del policía y acabarnos el cigarrillo dentro de la estación. Traemos una cara fatal, al ser las últimas corridas a Indios Verdes, iba semi lleno el transporte, y antes de llegar a Revolución, omitimos el detalle de que una puerta no abriera; la mísera se atoró, no abrió y se había hecho un desastre en Plaza de la República. Nos bajó hasta "El Chopo" y eso porque le pegamos al mecanismo de apertura, y ya son 11:55, caminar hasta la estación en dirección sur, ya no nos permitirá abordar el último tren a Cuatro Caminos, debíamos estar en la Normal o en Cuitláhuac para tomar un carro. 

    Ya nos dio lo mismo, mejor nos fuimos caminando, la opción era irnos a Eulalia Guzmán ya que estábamos cercanos al norte, pero corríamos el riesgo de acabar como "coladeras" si nos metíamos en ese lugar, de algún modo era el más cercano a la casa del Beto, pero acabaríamos así: agujerados y al suelo. 

    Resignados, fuimos al Oxxo que está en la contra esquina del edificio del PRI, compramos un "seis" de Indio, cada uno y nos fuimos, ya no nos molestamos en entrar al metro, ya eran las 12:01, y mejor agarramos paso hacia la Ribera de San Cosme. 

    Qué distintas se ven esas calles, no es lo mismo el trayecto bajo el sol, con el atosigante calor y el paso acelerado bajo una plancha caliente y fumando. Aquí hace frío, nos preparamos para el evento en el que Desi y yo iremos, aunque falten unos cuantos meses para ello. La noche se ha desplomado, y los edificios se enfundan en traje de gala, el mercado de San Cosme se mira sombrío, llegar al Circuito Interior me hace sentir un ligero alivio, pues estamos próximos a la Normal, lo que no me alienta, es atravesar el fantasmagórico Casco de Santo Tomás, y la posibilidad de ser abordados por alguien. 

    Son las 12 y cuarto, hemos caminado tan rápido, que apenas una lata nos ha durado de Revolución, a la Normal. Apenas escuchamos nuestros pasos, y el sonido de una lata arrojada al pavimento de concreto; en mi mente se recrean las imágenes del ataque militar al Poli en el 68, vamos hablando de todo y de nada... Nada pasa por Medicina, Contaduría, y antes de siquiera pensar en atravesar por Economía, nos pasamos por la "Willy", y entonces sentimos que nuestras gónadas se subieron a la garganta, pues llegando a ese extremo de Calzada de los Gallos, estaban asaltando a una pareja. Y en ese momento en que nos vieron a lo lejos, comenzamos a correr pues, se dieron cuenta de nuestra presencia y estuvimos a punto de ser presas de ellos. 

    
No miramos atrás, corrimos lo suficiente para retornar a nuestro punto inicial, la idea era irlos a perder por Biológicas pero, era meternos a otra boca de lobo; aprovechamos que no había tantos vehículos cruzando y nos pasamos corriendo hasta las vías del tren. Beto acabó pisando un gallo destrozado, pues en los márgenes de las vías, hay casas, y tienen pollos ahí, casi siempre los pollos acaban aplastados por el tren y ese cruce, está lleno de cal por la cantidad de aves despedazadas por los rieles. 

    Caminamos tan rápido que "hasta el alcohol se nos bajó". Y nos empezamos a reír, quién diera la vida por volver a experimentar dicha adrenalina, no quisiera repetir el intento de asalto, pero estar con tu mejor amigo, con el alcohol de 4 jarras y más, y de repente ser perseguidos, nos hizo ver varias perspectivas de la vida, pero no hará falta hablar de ello. 

    Seguimos caminando, nos ponemos los audífonos, al calor de otras 2 latas, y con la furia de "Dive" de Nirvana, nos vamos acabando la noche; salen a vernos, se asoman por las ventanas, por los zaguanes, solo vamos gritando  con una línea incansable de "Dive! Dive! Dive! Dive with me!". 

    La vida ahora, no se ve desde el fondo de una jarra, de un tarro... La lata ahora solo me deja ver la mitad de mi campo visual hacia abajo, mañana, y quizás en algunos años, nos reiremos de esto. 

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